martes, 15 de mayo de 2012

MARCOS RODRIGO RAMOS


DIBUJAR EL ALMA

En marzo de 1966 nació Mariano Paredes, hijo de Silvia Paredes y padre desconocido.
Cuando comenzó la secundaria descubrió que poseía un don especial: luego de mirar a una persona  podía retratarle no sólo los ojos, sino la mirada en forma tan exacta que, cualquiera que fuera dibujado por él se reconocía aunque le cambiara el cuerpo. Así, por ejemplo, en tercer año la vicedirectora decidió suspenderlo luego de reconocer en un obeso paquidermo sus ojos.
Maravillados por su talento varios profesores de plástica le recomendaron seguir la carrera de Bellas Artes. Decían: "El alumno Paredes tiene el don de poder dibujar el alma de las personas".
Pero él tenía un secreto que a nadie jamás había confiado: pasada la medianoche solía garabatear en una hoja la mirada de una persona a la que no reconocía pero que sentía familiar.
Cuando cumplió  veinte años su madre murió de cáncer. Jamás se había atrevido a mostrarle  esos dibujos pues intuía que detrás de esos ojos  se escondía una verdad que a los dos involucraba.
Luego de seis años de estudio se recibió de abogado. Cuando regresaba del trabajo en el tren solía matar el tiempo ejercitando su viejo oficio. Dibujaba las miradas de los vendedores ambulantes, los pasajeros y alguna que otra chica bonita. No hacía  ojos, retrataba sus alegrías y tristezas, sus almas.
Fue en uno de esos viajes que vio al hombre que tenía unos ojos parecidos a los que él soñaba. Quiso dibujarlo pero descendió rápido del tren. Decidió seguirlo a distancia prudencial.
Vio que ingresaba a un chalet lujoso de dos pisos. Al lado del portón de entrada había dos plaquetas doradas. Una decía: "Doctor Raúl Fernández. Abogado"; la otra: Atelier de Oscar Fernández. Con determinación toco el timbre y ante la pregunta del contestador respondió:
-Soy Mariano Paredes, hijo de Silvia Paredes.
El portón se abrió automáticamente. Ingresó hasta la puerta en la que fue recibido por una señora que le pidió que pasara.
En la habitación la luz era muy tenue. Pudo ver gran cantidad de cuadros, en general naturalezas muertas y paisajes. Sobre la chimenea había uno que parecía estar hecho en un estilo diferente, más sombrío, en él aparecía un tigre al que, por la penumbra, no podía verle los ojos.  De repente ingresó al cuarto la persona a la que había seguido. Tenía puesto un delantal blanco lleno de manchas de óleo. Le sonrió y estrechó la mano con fuerza.
-Mariano Paredes.
-Encantado de conocerte. Soy Oscar Fernández. Antes que nada necesito saber una cosa ¿Tu madre te mando a buscarme a mí o a mi hermano Raúl?
-Mi madre no me mandó a buscar a nadie. Vine solo. Ella murió hace más de diez años.
-Te pido disculpas. No sabía. ¿Por qué viniste?
Cuando estaba a punto de contestarle entró al cuarto un hombre idéntico a él vestido de traje negro. Sin observar ni saludar a Mariano preguntó a su gemelo:
-¿Qué quiere este?
-Es el hijo de Silvia Paredes.
-¿Ella lo mandó?
-No. Silvia está muerta.
Sólo al escuchar esas palabras abandonó su rigidez y sin mirarlo le preguntó al muchacho:
-¿Cuál es su nombre?
-Mariano Paredes.
-¿Busca dinero?
-No entiendo.
-Le pregunto si busca dinero.
-Sigo sin entender.
-Pará Raúl. Él no sabe nada.
-¿Y qué hace aquí?
-Justo me iba a contar cuando vos llegaste. Perdoná la descortesía de mi hermano Raúl, no siempre fue así. Contanos porqué viniste.
-Desde muy chico solía tener sueños en los que aparecía una persona que no conocía con el rostro de ustedes. En la adolescencia comencé a dibujar sus ojos con una exactitud milimétrica. Sé que si dibujara sus miradas podría diferenciarlos y saber cuál de ustedes dos es el hombre de mis sueños.
-¿Por qué quiere averiguar eso?
-Porque pienso que uno de ustedes es mi padre.
-Creo que lo mínimo que merecés es saber la verdad sobre tu origen pero no sabemos hasta qué punto somos capaces de darte una respuesta.
-Cuéntenme qué relación tenían ustedes con mi madre.
-Cuando conocimos a tu madre, Raúl y yo éramos dos mujeriegos incorregibles. Solíamos aprovechar nuestro parecido físico para hacer intercambios de pareja. Así fue que un día tu mamá se acostó conmigo y en otro momento con mi hermano, víctima de un engaño.
Luego me contó que estaba embarazada, intenté persuadirla de que abortara pero ella no aceptó. Me preguntó porque quería que no nacieras y le conté la verdad: tenía miedo de darle mi apellido a un niño del cual nunca iba a poder saber si era mi hijo o mi sobrino.
-La dejamos sola. Ella nunca nos pidió nada.
Mariano dijo llorando:
-No busco un apellido. Sólo quiero saber quién es mi padre, nada más.
-¿Qué quiere hacer?
-Les pido que me dejen dibujar sus rostros. Aunque sus caras son casi iguales Dios me dio el don de poder dibujar el alma. Déjenme retratarlos y podré reconocer enseguida cuál es el hombre de mis sueños.
-No es necesario que siga Mariano. Después que perdimos contacto con Silvia por un impulso ciego comencé a dedicarme de manera obsesiva  a la pintura, siempre dibujaba animales que tenían algo especial pero no sabía qué.  Me obsesionaba tanto el tema que dejé la pintura, destruí todos los cuadros menos uno y me dediqué a la abogacía.
-No entiendo qué tiene que ver.
-Mariano. Mirá el tigre que pintó Raúl.
-¿Qué tiene?
- Los ojos. Mirá los ojos.
En ese instante Mariano supo la verdad al reconocer en el tigre su propia mirada.

1 comentario:

romi dijo...

Muy buen relato, pasaba a saludar ya que estuve ausente de mi blog, espero estés bien.


Cariños