POR AQUELLO DE QUE…
Cuando el
pibe de los vecinos llegó con la noticia, en la casa lo escucharon como los
adultos escuchan a los chicos, "como quien oye llover". Y así me lo
contó Remigia, la mamá del pibe. La novedad pareció irse enraizando en el
inconsciente familiar, "cuando el río suena…". Remi me lo dijo con un
cierto dejo de credulidad. Y una lucecita de esperanza en sus ojos negros.
Hasta ahí me negué a avalar una idea que me parecía con poco asidero. Instalado
en la familia, era tema de conversación en la mesa, y comenzamos a otorgarle
crédito. El rumor no nos afectaba directa ni indirectamente. Pero uno no vive
en una isla y "cuando veas cortar las barbas de tu vecino…". Mi
marido, que es el que tiene las barbas, lo desestimó de plano: "No creas
en todo lo que escuchas ni…".
Aún así mi
piba lo llevó a la escuela. La portera, caja de resonancia de cualquier
establecimiento educativo, se lo contó a la preceptora, ésta a la maestra, y
llegó a la vice. La directora consultó con la inspectora, a la sazón mi vecina
Remigia, quien convencida de la veracidad de la noticia se aprestó a informar a
sus superiores.
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