martes, 15 de mayo de 2012

BETTY BADAUI

INDIANA
Indiana permanece …
Temblaba su adolescencia en el latido de su pecho, mientras su mirada agreste reconocía los frutos que apretaría sobre su rostro en un intento de mejorar su piel.

Nada hubiera embellecido más a Indiana que las naturales secuencias de su vida.
Cuando nos hundíamos en la densidad de la noche una suelta de pasiones humedecía la tierra.
Indiana tierra. Y luz en las sombras.
Yo quería demostrarle superioridad y le hablaba de cosas desconocidas por mí: del hossu, por ejemplo; ella decía -¿qué …? -Yo le respondía, agrandado: -un instrumento para espantar mosquitos, que usaban los monjes zen- Ella, con naturalidad, golpeteaba su brazo dejando la huella de un mosquito muerto.
En mi fantasía, ese insecto había muerto por amor, borracho de sangre ardiente que suplicaba pasión.
La selva no me asusta, me dijo una vez.
¿Y los hombres?, pregunté modulando mi voz de flauta.
Ustedes no, fue su respuesta suelta de cuerpo. Luego de unos instantes, aclaró: -pero ellas sí.
-¿Quiénes?
-Las de uñas rojas y sandalias trenzadas.
Y su mirada atravesaba misterios.
-Hablame de ellos -dijo un día.
-¿Quiénes?
-No sé, los monjes.
Ahí apareció mi gran imaginación que mezclaba el recuerdo de algún hayku, escuchado alguna vez, con el aroma del té rojo, que nunca bebí.
Entonces Indiana me sorprendió diciendo: "En otra vida fui geisha, mis perfumados kimonos dejaban asomar mis pies danzantes; Yashiro se enamoró de mí pero mi cultura impedía que yo mostrara toda mi pasión.
Éramos felices hasta que llegaron ellas, 'las otras'.
Sus uñas rojas y sus sandalias trenzadas dejaban marcas en Yashiro. Esas escenas me provocaban temor y decidí hablar con la mujer de la luna nueva; ella me habló de 'las otras' y sentenció que destruirían a mi amado. Yo debía irme en silencio, me dijo. Y me fui. Anduve siglos pero aún les temo".
Ahora sé que nunca comprendí a Indiana, yo sentía que su fresca ignorancia me apasionaba y no sé, verdaderamente, cuándo comencé esa relación con Juana y Daniela.
Juana tiene las manos tan bellas que te olvidás de mirarle la cola, sus uñas almendradas y rojas son un incendio de ceibos en flor.
Daniela baila reggaetón con sandalias; aunque después de la fogosidad trenzada de sus sandalias, continúa el baile descalza.
Fue una locura de flaco loco, la mía.
Me casé con Indiana, aunque …
Indiana permanece, como un monolito que se quedó sin Dios.
             

1 comentario:

Betty Badaui dijo...

Gracias por la difusión.
Va el abrazo rosarino
Betty Badaui