viernes, 13 de abril de 2012

CARMEN GARRIDO ORTIZ - ESPAÑA


MOMENTO (MI BAR DE NOCHE)

 Salen los brazos de las chaquetas que los guardan siempre a eso de las dos. Media hora más tarde, llegan las primeras carcajadas de unos chistes que hacen gracia. Y mire usted que son malos los chistes de madrugada.
De fondo, se oye el sempiterno quejido, o una música de jazz, Miles Davis, creo.
De decorado, Norma Jean, Hepburn (Audrey), Manhattan, la 54. Tres pinturas de un expresionismo agresivo que nadie compra. Exposición permanente de un pintor "muy logrado".
De atrezzo, las diez mesas, las sillas cómodas, respaldo forrado, cervicales agradecen.
De tramoyistas, el barman -un personaje gótico vestido de negro infame-, los dos camareros y el dueño -un tipo de aires nuevos, ni din ni don.
De actores, pibes de comedia bufa, un donjuán de bajos vuelos, las chicas rubias del vaquero bajo, los chicos altos del pinchado pelo, tres tristes tigres, la falsa rica, el rico bueno, el grupo de los que buscan, la solitaria in crescendo, la china de las mil rosas, el guapo, la buena y el feo. Todo un tango en una esquina. Y que comience ya el juego.
En el principio, fue la cerveza. La rubia para sembrar.
"Yo, de campo".
"No, detesto el baile. Soy tímido".
"¿Esquina Plaza de Cebada? Lo conozco".
"Un mal tipo. Aunque a mí no me gusta juzgar".
"De delantero. Del Barça".
"Seré polvo, mas polvo enamorado".
"Somos tres, conmigo".
"¿La echas de menos?".
Hora tercia (ya van tres). Gintonics. Mucho hielo.
"Pasear por el camino que va a la estación. De chico, quería ser maquinista, ¿sabes?".
"Mi cumpleaños es en mayo, el 21. Pero no me felicites... No soy de los que cuentan las llamadas".
"Estuve en un desfile. No era como los de París, pero casi".
"Vendía caballos de poco trapío y ella tenía una tienda. Los conozco porque eran vecinos de mi madre. Vaya tela de familia".
"No me gusta lo que hago. Pero intento ponerle pasión. Será que soy un optimista. Botella medio llena, siempre".
"No. No lo conozco. Me puedes dejar Bestiario? O una selva de Quiroga".
"No me importa vivir solo. Me gusta observar y callar".
"Me encantan los trenes. Y la velocidad. Y compartirlos con alguien. Qué triste es la soledad. Me da alergia también. Como a ti".
Las dos en punto. Hace calor: los ventiladores son de mentira. Cócteles de la casa: margaritas, caipirinhas. Especialidad: el melquite.
"Y no cumplir ilusiones te va haciendo viejo. No como tú, que eres tan joven. Y tan bonita. Y que tienes toda la vida por delante".
"¿Tengo la mano temblando? Es que... hace tiempo que no me miraban así, tan tierna...".
"Yo he cumplido mi sueño. Y eso que soy bajita, pero gano mucho de lejos".
"Yo sólo digo lo que pienso. Que no es justo que se separen, los hijos ya son mayores".
"Me gusta como te reafirmas. Tan clara, tan meridiana. Siempre me gustaste, aun cuando regañabas con el jefe, toda derecha, sin sutilezas".
"Yo sólo oigo a Veloso, de fondo, cuando hago el amor. ¡Pero no lo escucho!".
"A veces escribo, sueltos. Me siento en el parque y veo, veo pasar la vida. Y la cuento. ¿De ti? Claro que escribí un relato. Se llamaba 'La niña de la alforja' ".
"Pero eres comprometido... Aunque pienso mucho en ti, lo admito. Aunque mañana me arrepienta".
Seis en punto. Mi bar cierra. Café con hielo, agua tibia, hora eterna, quiebra el cielo.
Los cincuenta bien cumplidos y los veintitantos bellos van por dos aceras distintas, se acompañan, no hay deseo. Él siente haber entonado su eterno fado de penas. Ella siente que perdió la madrugada y hoy hay fiesta... ¿con quién queda?
La arribista del yo, mí, me anda sola calle arriba. Se aburrió de tanta moda el guapo listo. La deja.
Se dice, se cuenta, se rumorea... habla al oído de quien la escuche, quien sea. Mientras, él le mira el cuello y, curioso, cuenta piedras.
El ennoviado y sin miedos se detienen y se miran en un escaparate. Sólo se rozan y se agarran de las manos. Las dudas las dejaron en el vaso del Cardhu, solo, a medio beber.
Mientras tanto, los demás... un tímido y una tierna; un honesto y una franca; una culta y un librero; el escritor platónico y el amor que deja de serlo... andan, por las esquinas, enredaditos en besos. 

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