jueves, 4 de diciembre de 2008

MÓNICA TARRAB

A NICKY, CON AMOR

Tenía un nombre elegido, sin sospecha de poder llamar a alguien así. Mi adolescencia lo escuchó por primera vez. Armonioso, mitad dulzura y mitad firmeza. Reconozco que es polémico y difícil de sobrellevar. No es común, tampoco extraño. Casi veinte años después, resistí a cualquier tipo de consejo familiar. A tu papá no le pareció mal; con eso fue suficiente. Si es varón se va a llamar Nicanor, y que lo disfrute o lo padezca. Después supe que es de origen griego, y significa guerrero victorioso. Te lo dije las veces necesarias para que el estímulo entrara en tu cabezota rapadita. Por eso te lo puse, te decía cuando empezaste a reclamar. En verdad, te llamaste Nicanor por venir a donde estaba guardado el nombre de varón más lindo del mundo.
¡Llegó mamá, Nina! ¡Nina… Nina! Llegó mamá. Yo en el pasillo, tratando de embocar la llave a oscuras, imaginándote saltando de alegría detrás de la puerta. Tomando conciencia de cómo esperabas todos los días que llegara del trabajo. Cuando a veces lo cuento me río para que no se escape, que no vaya a rodar esa culpa húmeda y transparente.
Nicky… ¿Te sentís solo algunas veces?
Yo sabía que no, mami, estoy bien. ¿De verdad? Siii…maaaa, estoy acostumbrado.
Te creo, siempre te veo animado y con buenos amigos.
A tus diecisiete, insisto por oposición preguntándote si no preferirías en realidad que tarde un poco más así no rompo la delicia que tiene algunas veces la soledad, especialmente cuando sabemos que el otro vendrá indefectiblemente.
Estoy bien, pero igual me gusta que llegues, contestás cortante.
A mí me gustaron hace unos tres meses tus ojos profundos, mirándome fijo, conteniendo el eclipse de aquella luna. Tu palabra indagatoria y precisa, tan profunda como tus ojos, aliviando mis miedos inexplicables. Confirmé que ya no solamente dependías de mí. Me calmaste, me diste fuerza, y te quedaste a mi lado hasta tener la certeza de que yo estaba en paz.
Esa noche me fui a dormir resplandeciente de orgullo como una luna llena, sin lágrimas ni fantasmas.
Me deslumbra tu crecimiento permanente.
Tus sinceros abrazos, de cuando en cuando; tus manos antes regordetas y ahora estilizadas, palmeándome la espalda al pasar cerca. Siento el peso de tu cariño en ese instante. Que antes por la calle, tus bracitos apenas me bordearan a la altura de las rodillas y ahora me puedas abarcar los hombros.
Las ganas que ponés en todo lo que te interesa, y la responsabilidad en el hacer lo que pese a todo. Y que me digas dejame que yo me ocupo. Cómo nos cuidás a Nina y a mí, observándonos desde lejos para que no nos demos cuenta. Se nota igual.
Cómo querés a tu papá, conciente de su difusa presencia pero certera en los momentos oportunos.
Tus valores, tus amigos, tu solidaridad y capacidad de liderazgo natural de perfil bajo.
Que casi siempre tengas qué hacer y con quién, y tu ingenio inquieto dando vueltas como una fiera embravecida cuando estás ocioso. Que seas apasionado por el deporte y la música.
Verte reír, y saber que con otros disfrutás tanto, aunque no me lo cuentes. Se suele decir que lo último que se pierde es la esperanza. Agrego que entonces nos queda el humor.
Cómo resguardás tu intimidad, y que confíes en mí cuando te vale contarme.
El enigma de tus sueños; que me hayas revelado como a una amiga, algunas ilusiones de amor, aunque te suene inapropiada esta palabra. Enamorado no… copado, decís. El cariño y admiración que despertás en quienes te conocen.
Que distingas que tu alto coeficiente intelectual es sólo una herramienta, y peligrosa. Por eso, como si fuera un juego, les enseñé a vos y a Nina que lo más importante es…Y la respuesta viene a coro, después de tantas veces: "Que nos queremos mucho."
Nicanor, creo que ahora te gusta tu nombre, aunque te siga llamando Nicky. En esta etapa usás la cabeza rapada como cuando eras chiquito, y me acuerdo de tantas cosas al verte llegar…Y vos embocando a ciegas la llave en la cerradura, detrás de una puerta distinta. Es otro departamento y el mismo hogar.
Hubiera querido hacer la carta más linda del mundo, como tu nombre, y me salió este resumen de algunos motivos de mi vida que están en vos. Si en algún momento perdés la risa, se recupera con otros. La capacidad de asombro, también se rescata con empeño. La inocencia, no.
Permanezco cerca, aunque no me veas, como siempre supiste, y te doy un beso enorme.

Mamá. Que hay sólo una, y por suerte.

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