jueves, 10 de enero de 2008

ALBERTO COSTANTINO




RECORDANDO A JACOBO FIJMAN

Jacobo Fijman nació en 1898 en Besarabia, Rusia -hoy Rumania- y falleció en 1970 en el hospicio, más precisamente en el Hospital Borda de Buenos Aires, donde permaneció casi 20 años.En 1902 viajó con sus padres a la Argentina, se instaló en Buenos Aires y luego en Río Negro. Su padre fue colocador de vías de ferrocarril. En 1907 se asentó con su familia en Lobos donde cursó sus estudios primarios. En 1917 dejó su familia, se fue a Buenos Aires y se graduó como profesor de francés.Su primera internación por problemas mentales data de 1921, dándosele el alta seis meses después. En 1942 lo recluyen por segunda y definitiva vez en el Hospicio de las Mercedes (hoy Hospital Borda) donde permaneció hasta su muerte. Durante ese período escribió numerosos poemas y dibujaba constantementeEl poeta y periodista Vicente Zito Lema fue quien estuvo con Fijman durante su última etapa y es, junto con el poeta y ensayista Juan Jacobo Bajarlía, el principal difusor de su obra la cual, de otro modo, hubiese quedado silenciada pues Fijman fue un poeta olvidado hasta por sus propios compañeros de ruta. Perteneciente a la generación del 22, se conectó con el grupo Martín Fierro y entabló amistad con escritores y pintores de esa camada, tales como Oliverio Girondo, Pompeyo Audivert, Leopoldo Marechal y Jorge Luis Borges, entre otros.Luego de más de un año de haberlo entrevistado, dice Vicente Zito Lema: "…lo que más nos ha impresionado en Fijman es su humor corrosivo, en el sentido estricto de humor surrealista. Su autenticidad de poeta, que trasciende hasta en los menores gestos. ¡Qué le ha determinado estas formas de vida, estos castigos sobre su persona! Y su bondad, más allá de los policías que lo castigaron; más allá de los jueces que lo privaron de su libertad; más allá de los psiquiatras que le descargaron su odio y su propia enfermedad; más allá de los que supieron de su situación y nada hicieron.
La enorme bondad de Jacobo Fijman equilibrando tantas de nuestras maldades, perdonándonos". En Jacobo Fijman la poesía es un llamado a la más honda intimidad, a la preservación de la inocencia a través de una música entre simbólica y celebrante. Él se separó de sus compañeros literarios de la generación del 22 evadiéndose de las metáforas y las combinaciones estróficas cerradas para intentar una poesía de imágenes. Según Fijman, la imagen es la verdadera creación, es una invención, mientras la metáfora es una mera comparación entre las cosas. Su singularidad radica no sólo en la materia de estas imágenes, sino en la autenticidad de su camino, según él, el más alto y más desierto.
Molino Rojo, su primer libro (1926), es el antecedente natural -casi secreto- del surrealismo argentino. Ese mismo año viajó a París donde, supuestamente, conoció a André Breton, quien en el año 1924, había escrito el Primer Manifiesto Surrealista. Veamos el poema que inicia el libro Canto del cisne: Demencia: el camino más alto y pero tan humanas. Roncan los extravíos; tosen las muecas y descargan sus golpes afónicas lamentaciones. Semblantes inflamados; dilatación vidriosa de los ojos en el camino más alto y más desierto. Se erizan los cabellos del espanto.
La mucha luz alaba su inocencia. El patio del hospicio es como un banco a lo largo del muro. Cuerdas de los silencios más eternos. Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío. ¿A quién llamar? ¿A quién llamar desde el camino tan alto y tan desierto? Se acerca Dios en pilchas de loquero, y ahorca mi gañote con sus enormes manos sarmentosas; y mi canto se enrosca en el desierto. ¡Piedad!En Molino Rojo la música es estructurante. Así lo comentó Fijman en una de sus conversaciones con Vicente Zito Lema: "Mi poesía es toda medida, de una manera que la acerca a lo musical. En Molino Rojo hay una gran influencia de la sonata de Corelli… En Hecho de Estampas, de los cantos Tocaba para ganarse la comida del día.La realidad del poeta -la desolación, la angustia, el pavor encarnado-, debía ser transformada y esta premisa fue la que, entre líneas, permite descubrir aquello que resolverá con un gesto fundamental e irreversible: su conversión al catolicismo. Lo bautizaron en 1930 en la abadía de San Benito, Buenos Aires. En su segundo libro Estrella de la Mañana, escrito en el año de su bautismo, se advierte la prosecución escrito en el año de su bautismo, se advierte la prosecución del solitario camino que ha emprendido. La extensa dedicatoria a sus compañeros martinfierristas parece ser una despedida más que un homenaje.

De Estrella de la Mañana:
Poema VI
Ha caído mi voz,
mi última voz,
que aún guarda mi nombre.
Mi voz:
Pequeña línea,
pequeña canción que nos separa de las cosas.
Estamos lejos de mi voz y el mundo,
vestidos de humedades blancas.
Estamos en el mundo y con los ojos en la noche.
Mi voz es fría y sucia como la piel de los muertos.

Poema VII
Roe mi frente dura el lobo de la media noche.
Una escondida estrella arrima su sosiego.
Entre todos los soles
ya se me canta aceite de júbilos.
Siento en mis manos venir
la estrella de la mañana.
Entre su primer y segundo libro Fijman colaboró con el diario Crítica. En 1927 Natalio Botana lo despidió, y viajó otra vez a Europa. En 1931 publicó Estrella de la Mañana cuyos poemas bordean el misterio del alumbramiento. El cisne se convirtió en cordero de Dios. Su canto es un canto de alabanza, no exento de dolor, soledad y muerte. Poema XXXI. En mi gemido conté mi soledad envejecida; conté todas las noches de mis días. Mis huesos cantan el misterio del mundo. El agua perturbada de mi reposo. Me veo en mi gemido según pavores de inocencia. Paz, paz oído de mis palabras. El ruego alcanza oído a mis palabras carne sanada; y hay espanto de luz en nuestras manos. Diez años después de la publicación de este libro, se produjo su internación definitiva. Es posible entrever el conflicto que la presencia de este loco de bondad -de este auténtico poeta-, provocó en los círculos literarios. Hipocresía anidada no sólo en esos círculos, sino también en toda la sociedad que arrojó en la magnitud del esplendor poético a este hombre, a este doliente poeta, a un lugar de marginalidad vergonzante. En el hospicio siguió desarrollando su poesía, completando su expresión artística a través del dibujo, utilizando cualquier papel, servilletas y cartones. Jacobo Fijman supo transmitir un profundo y estremecedor mensaje de dolor. Cuando murió, en la morgue del hospicio le ataron en uno de los dedos de los pies, una cartulina con su nombre y un número. Sólo eso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta Redes, especial interés me despertó Recordando a Jacobo Fijman, por Carlos Costantini, tanto que me gustaría divulgarlo enn todo o en parte, citando la fuente. Gracias Carlos Margiota, por tu trabajo . Alicia Chilifoni