sábado, 22 de septiembre de 2018

Claudio Steffani



Mañana soñada 
y cálida de abril del 94
                                  Claudio Steffani

Por las ventanas de los bares mandé a caminar varios sueños, muchos de ellos quedaron empapados en alcohol y se diluyeron con el segundo vaso de ginebra, otros fueron apareciendo de a poco hasta instalarse en mi vida cotidiana. Sueños de una madrugada que no sobrevivieron una suave caricia al atardecer y otros que se quedaron apasionados algunos brillantes años. Los sueños de amores, viajes y pasiones cumplidas e incumplidas, marcaron el pulso de mi vida.
Clara es una vecina que aún vive en mi edificio, la veíamos pasar por la esquina y Charly cada vez que la miraba, siempre decía que ella era lo más parecido a un sueño, todo el bar se daba vuelta para mirarla, a veces la veía en el andén de la estación de Ramos Mejía, tomaba el tren de 9.25hs. que venía de Castelar.
Una mañana cierro la puerta de mi departamento, abro el ascensor y allí estaba, bella, radiante y con un libro de Pezoa en la mano, me quedé sorprendido, no la hacía interesada en la literatura siendo una mujer tan pendiente del gimnasio, con la botellita de agua en la mano, siempre perfumada y con  ropa fina. Salimos del edificio charlando como buenos vecinos, caminando las cuatro cuadras hasta la estación.
Empezamos de a poco a coincidir con los horarios de viaje, yo estaba fascinado con sus ojos y las charlas sobre Pessoa y Benedetti. Ella trabajaba en Utpba, sindicato de periodistas. Una mañana veníamos muy juntitos en el Sarmiento, a esa hora viajaba mucha gente y de pronto el mótorman acciona el freno de emergencia cerca de la estación de Flores y el tren se para abruptamente.
El Guarda que estaba cerca hablaba de un posible arrollamiento, se abren las puertas del tren y la gente se baja y empieza a caminar por las vías hasta el paso a nivel más cercano, dejo que baje la mayor cantidad de gente posible, me bajo yo primero y ayudo a bajar a Clara por la escalerilla del vagón, que portaba zapatos con tacos y una criminal minifalda negra.
Empezamos a caminar despacio por la dificultad de los tacos y sorteando las toscas de las vías, le estiro mi brazo para que se agarre y así llegamos hasta la barrera, caminamos riéndonos de la situación hasta la Avenida Rivadavia, llegamos a la esquina y paramos, nos miramos como nunca antes, ella gira su cabeza hacia la Avenida, me vuelve a mirar y pregunta.
¿Y ahora que tomamos?....... Un café, le respondo.
                                                                                                               










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