domingo, 25 de marzo de 2018

Raúl Prieto



                                   EL Y ELLA  
Raúl Prieto

Que quien haya asolado siglos, milenios se presente ante mí con la belleza de una mujer y la ruda hombre fealdad de un hombre en una continua y dinámica  metamorfosis que la transformaban imperceptible y alternativamente en grotesca gárgola a ella y en Adonis a él, no me sorprendía. Estimo que la indefinición de aspectos formaba parte de su estrategia. Infundía a su vez temor, paz, aliento y desalientos, promesas de una eternidad repleta de sufrimientos o libre de ellos, o quizás simplemente la nada. Intenté comunicarme con palabras, única forma que aprendí a lo largo de mi existencia, que ahora se me antojaba ridícula, inútil, estéril. La gárgola o el Adonis con formas continuamente cambiantes se limitaban a descomponer sus rasgos, sin  brillos en sus miradas, ni arqueo de cejas, nada que pudiera definirse como muecas  humanas.
Procuré relatarle mi infancia, mi adolescencia, mi adultez, mis frustraciones,  mis escasos logros, que al ser mi propio juez cobraron dimensiones irreales: exageradas en las que deberían ser propias de la raza humana. Lugares comunes que no provocaron en él ni en ella mueca alguna. Desde el origen mismo de los tiempos les han rendido tributos. Tierra, fuego, agua han procurado mitigar el indescriptible temor que generaban. Innumerables guerras atroces, quizás las más, se han librado en su nombre, bajo distintos nombres, pero siempre con el único y simple temor a la Nada. En ese preciso instante ambas figuras grotescas y cambiantes: él y ella esbozaron un gesto casi humano, que se les pegó desde el origen mismo de la humanidad: una sonrisa.

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