domingo, 25 de marzo de 2018

Jenara García Martín




LA INCÓGNITA DEL PAQUETE   Jenara García Martín

Tenía  veinticinco años,  próximo a terminar la carrera de médico. De carácter introvertido y evitaba las reuniones sociales, salvo las obligadas con los compañeros de la universidad.  Así era el joven Singh. Residía en  Tucumán Capital, con su familia.
Su padre, viudo, se había casado con una mujer de la misma edad que Singh. El tener madrastra, no había sido el drama. El drama era que Singh se  había enamorado  de ella. Aunque trataba de ocultarlo, sus otros dos hermanos,  menores que él, no desconocían sus sentimientos. Vivía un tormento por ese amor. Una locura de amor imposible. La madrastra nunca había demostrado por los tres ningún otro sentimiento que el de reemplazar a la madre que habían tenido la desgracia de perderla para siempre. Un día aterrado por la situación que vivía y un pensamiento tormentoso que no da lugar a la razón, Singh,  se cortó las venas.
Fue una tragedia en la familia, no sólo por los hechos, sino por descubrir el motivo que le había llevado a tal desenlace. La rapidez con que actuaron los facultativos, le salvaron la vida. Es sólo una mera frase: “le salvaron la vida”. ¿Qué vida?... Si él había demostrado que no quería vivir...Tuvo palabras de consuelo. Consejos de los hermanos haciéndole ver, que la vida  puede tener sentido cuando se hacen proyectos para un futuro que él tenía por delante. Pero era necesario cicatrizar la herida que tenía abierta en su corazón. Singh, escuchaba a todos, incluso a su padre, que le habló como padre, a quien le pidió perdón, prometiéndole recapacitar sobre el error que había cometido y recuperar el tiempo perdido en la Universidad. Terminaría lo antes posible la carrera.
-Y después, hijo – le preguntó el padre.
-Después, pretendo viajar a Buenos Aires, pues quiero seguir estudiando para conseguir el doctorado en Psiquiatría, y mientras, trataré de conseguir algunas horas de prácticas en algún hospital.
Singh fue cumpliendo las etapas según las había proyectado y pasados dos años regresó a visitar a la familia en unas vacaciones. Su carácter, en cierta forma, algo había cambiado. y para bien. El ambiente en la familia era más cordial. Todos se alegraron de su visita, incluso la madrastra, que se lo manifestó al estrecharle la mano, dándole la bienvenida. Él era más comunicativo y en especial con su hermano menor,  que terminaba ese año la secundaria, quien no se cansaba de dialogar con él haciéndole preguntas sobre cómo  se había acostumbrado a esa nueva vida y por la especialidad  que había elegido. El otro hermano había ingresado en la Universidad, y estudiaba Letras.
- Saúl. Tú recordarás que yo era muy  introvertido, pues la Psiquiatría es la ciencia que se dedica al estudio y tratamiento de las enfermedades mentales y yo  he necesitado ese tipo de ayuda para salir de ese aislamiento en el que me refugiaba y no quiero volver al pasado que fue producto de mi inestabilidad mental. Elegir esta ciencia me ha convertido en lo que soy hoy.
-Es cierto, Singh. Cómo has cambiado. Antes no se podía conversar contigo y ahora no puedo creer que tenga  la confianza de poder acercarme a ti, sin que me esquives.
-Todo se lo debo a esa complicada ciencia que repitiendo el término, es la ciencia que estudia  para prevenir y diagnosticar la rehabilitación de los trastornos y complicaciones que esconde la mente humana. Y escucha Saúl, recién en el siglo XX comenzaron a identificar  estas complicaciones que esconde la mente, como enfermedades.
-Y antes cómo las trataban.
-La mente humana era un misterio y podían llegar a tratarlos, como…- no siguieron hablando porque la doncella les llamó para la cena.
Mas un día, Singh,  se encontró sobre su cama un paquete que decía: “para Singh” y sin remitente. La incógnita no tardó mucho en descifrarse.
Se lo enviaba la madrastra. Contenía una llave y un puñal. La llave, la reconoció, era la de la glorieta donde ella acostumbraba a ir  todas las tardes a disfrutar del atardecer, en soledad.  La sorpresa comenzó a preocuparle.  ¿Qué mensaje encerraba el envío de esos objetos?   ¿.El puñal?  Símbolo de Muerte. Tragedia. Sangre. Y la Llave:  ¿Para qué?   No podía descubrir el mensaje oculto en el envío de tales objetos. Y comenzó de nuevo el tormento., analizando los por qué  del procedimiento de su madrastra, con quien no había mantenido ningún  diálogo.
Recordaba  cuántas veces, en ese pasado oscuro de su mente,  la había observado, sin ser visto, desde su rincón preferido en el parque, a esa hora del crepúsculo sentada en la glorieta disfrutando de los últimos rayos del sol que iluminaban su bello rostro anacarado. Ese rostro, al que, por vergüenza, nunca había dado un beso. Ni de amistad. Ni de madrastra. 
Llegó el momento en que tomó la decisión de descifrar el mensaje.  Mientras atravesaba el espacioso y cuidado parque, que le conducía a la glorieta,  sus pensamientos volaban confusos. ¿Se habría apiadado de él y le perdonaría?  Llevaba sólo la llave. Abrió la puerta de la glorieta, haciendo el menor ruido posible. Ahí estaba ella sentada en la mecedora mirando a través de los vidrios el hermoso atardecer que se presentaba ante sus ojos. Permaneció inmóvil. Singh dio unos pasos y se arrodilló frente a ella. Las manos. Esas manos perfectas que cuando se saludaban le hacían temblar, las tenía sobre su regazo. Le extrañó su silencio y su inmovilidad. La pidió perdón por amarla y por la  actitud que tanto hizo sufrir a todos.  Ella, sólo levantó lentamente la vista y le miró con una mirada triste, de pena, de dolor, y su cabeza se inclinó, sin que hubiera emitido una sola palabra. Singh no podía entender nada...nada de lo que estaba pasando, mas cuando se animó a tocarla las manos, le recorrió por el cuerpo el indescriptible frío de la muerte....¡HABIA MUERTO!
Su última mirada había sido para él...Descifrado el enigma del  mensaje, permaneció arrodillado a sus pies, apenado y desconcertado ante tal desenlace y cuando pudo reaccionar, huyó del lugar. Se apresuró a cruzar de regreso el parque, y sin que nadie pudiera observarle se introdujo en la casa y se encerró en su dormitorio con el corazón destrozado, sin poder llorar. Había conseguido dominar todo tipo de impulsos  y haciéndose infinidad de preguntas, pues los hechos le demostraban que ella sentía algo por él, pero debía ocultar  el envío del paquete y  que él había estado a su lado cuando aún respiraba. Con una actitud  desconocida en él, decidió actuar con sangre fría y esperó  a que alguien la descubriera.  
Cunado su padre llegó de la Oficina y ella no estaba esperándole, como era su costumbre, preguntó a la doncella y le respondió que la vio cruzar el parque hacia la glorieta y allí fue a buscarla. Al llamarla y no responder, se acercó a ella y  al comprobar  que no estaba dormida si no que estaba sin vida, el grito desgarrador se escuchó hasta en la casa. Singh lo esperaba contando los minutos y salió apresurado cruzando el parque llegando a la glorieta junto a la doncella. El cuadro que presenciaron los dejó paralizados,  produciéndose un silencio estremecedor. Era el momento de su actuación, como Psiquiatra,  y emplear las palabras adecuadas en ese momento. Y fue  él, el que debió consolar a su padre, que no tenía consuelo, actuando con la serenidad que el caso le obligaba. El secreto del encuentro para evitar la actitud de ella y el comportamiento de él, se iría junto con ella, a la tumba.   Habían sido dos corazones heridos, en el pasado,  por un sentimiento culpable, sin pretenderlo, y ahora no podía conocerse ese encuentro furtivo.  Hubiera dado lugar a que pensaran en un acto de infidelidad  por parte de los dos, y nadie hubiera creído que fue ella la que lo provocó.
El sufrimiento de tal desenlace hubiera sido más doloroso y dramático para todos.  
Hasta que no llegó el médico no conocieron  que padecía un sesevero problema cardíaco y su deceso podría producirse en cualquier momento, y que Ella le había rogado mantenerlo en secreto.
Su ausencia sin retorno  dejó en toda la familia un vacío inmenso,  un profundo dolor y una infinidad de preguntas.
 También Singh en su mente  se llevaba grabada la tragedia,  y el remordimiento de la mentira. Un secreto que le abrió una grieta muy profunda en su corazón, preguntándose  qué grado de culpa era el suyo.  Ahora pensaba, como paciente. Cuando volviera a Buenos Aires tendría que visitar a  un Psiquiatra.


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