CARTA
DE UN PADRE
Juana Schuster
Buenos Aires, 29/7/2000
Querido
hijo:
Hoy
es un día en que los corazones lloran. Llueve tanto en mi alma que pierdo de
vista los bordes de la huerta: Se suicidó René Gerónimo Favaloro.
Cuando
me visitaste en la fundación, no pudimos hablar mucho porque tu vuelo partía
esa misma noche.
Pero
Fabián, hay momentos que llegan para quedarse. Eso pasó con el querido Dr.
Favaloro, quien me operó.
Quiero
que sepas que era un hombre sencillo, valoraba la naturaleza y se quedaba
perplejo ante una puesta de sol.
Aún
cuando hubo nevado sobre su cabeza, recordaba a su abuela Cesárea, una
viejecita analfabeta que le hablaba sobre los jacarandaes y los cocuyos.
René
me contó que leyó 30 libros sobre Artigas, a quien admiraba.
Supe
también que daba consejos a través de la televisión para que se reduzca el
consumo de grasas, era enemigo de la vida sedentaria y persuadía a todos para
que disminuyan el consumo de tabaco.
¿Sabés,
Fabián? Al detectar mi problema cardiovascular, le dije que mis ingresos no me
permitían pagar un bypass. Puso una mano sobre mi hombro y me dijo: -No le
cobraré honorarios.
¿Qué
pasó? Te preguntarás. Éste es mi punto de vista. Él que prefirió quedarse en la
Argentina, ese ser único y querible, cuyo nombre está en la cátedra de medicina
de la Universidad de Tel Aviv. Nuestro doctor perseverante que creó el bypass,
el filántropo que ayudó en el pueblo desértico de Jacinto Aráuz, La Pampa,
durante 12 años, solicitó ayuda monetaria y no recibió respuesta.
¿Te
digo algo más, hijo mío? Me comentaron que en Aráuz enseñó a la comadrona a
hervir los hilos antes de coser a las parturientas.
Además
difundió el sublime acto de amamantar a las nuevas mamás.
¡Cuánto
sabía René sobre medicina, contención al paciente, amor y ternura!
Antes
de terminar mi carta, quiero decirte que su sobrino lo comparó con Don Quijote.
Al
sentirse un mendigo en su país, le quitaron otro leño a la hoguera ardiente que
fue su corazón.
Te
quiere, Papá.
DIANA
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