lunes, 24 de noviembre de 2014

LULU COLOMBO

POEMAS LULU COLOMBO

NIÑO PESCADOR DE LUNAS                                                                             
                           Homenaje al poeta L. Lugones en su 140° aniversario.
El hombre de la pieza nueve está callado
Contempla el agua y en su cansancio
Deambulan sus ojos viejos por esa callecita,
La de su vieja casona, allá en el Quillovil.
Ve el Cerro del Romero,  y el aljibe del patio.
Sube al puente buscando al niño perdido.
Insolado por la vida en su aturdida soledad
Hunde el mirar en esas aguas extrañas
Ve al niño pescador de lunas,
Ese ardiente niño de castiza cuna
Ése que sueña jugando al pie del tacu
Del patio. En ese instante comprende
los blasones de su estirpe.
La luna de los lunones entra por una ventana,
Y sobre la cuna del niño desliza
sombras macabras. El niño quiere tocarlas.
En las aguas rumoreantes, fatales signos esquivos
de cuatro lunas menguantes, bailotean
en las llamas donde crepitan los santos.
Travesuras. ¡Por Dios! Es el diablo.
Madre manda llamar al vicario.
En campo azul, dice Tirso,
Un claro esplendor de versos, que en el
Linaje Lugones, es blanco y azul de Patria.
Para el poeta cansado, arrancado del ayer,
La luna hila despacio un lecho de estrellas albas
El niño pescador de lunas se pierde en ondas de plata.
Van siendo trescientos años de aquellos viejos
Lunones, linaje de los Lugones, los de Tirso  de Avilés. 

UNOS HOMBRES ME MIRAN DE REOJO
                                  
Ahogo  las espinas con ron
En un mostrador mugriento
Unos hombres me miran de reojo
Vienen a ahogar sus espinas,
Como yo.
Mastico, una y otra vez, tu nombre,
Con menta y limón, como aquella vez
Un frescor de primavera baja hacia mí
Como si hubiera frotado la famosa lámpara
Cubro  tus espaldas con besos rosados
Como una lluvia de capullos de manzano
Mi verdor deshoja el verde tallo del amor
Mis yemas tantean el tronco inefable
Como un ladrón de joyas en la oscuridad
Cuando el gozo abría ventanas a la luna
Fui tahúr  y fui odalisca en brumosos velos
De ginebra  y  ron. Noche a noche la piel
Aromada de almizcle y de hierbas salvajes
Afuera, el monte y los llanos incendiándose
Y en mí, un rugir de pumas en el tálamo
Tu mano, entonces, se perdió en mi cabellera
Era tarde ya. El frescor de la menta se apagó.
El tabaco final se lleva también tu mirada.
Unos hombres me miran de reojo
Vienen a ahogar sus espinas,
Como yo.

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