lunes, 24 de noviembre de 2014

Antología de cuentos cortos



Antología de cuentos cortos

                                           
El gato  
Julia del Prado
 Toc toc toc suena la aldaba y en esa casa inmensa, deteriorada por el tiempo, sólo queda como habitante el gato de la abuela, un gato gordo, inmenso que debe tener como 50 años. Ha tenido más de siete vidas y como única compañía tiene un espejo.
Toc toc toc vuelve a repicar la aldaba, el gato raudo intenta abrir la puerta, pero se choca con el espejo y queda atrapado dentro de él, se le ve como a Walt Disney le gusta; con las manos en alto, en la mano izquierda una pistola a lo cowboy y con sus patas abiertas.
Permanece así con una sonrisa siniestra

 Quería escribir   
Eduardo Coiro
 Él necesitaba escribir.
A primera hora, cuando los zorzales cantaban a la primavera. Mientras su mujer e hijos dormían...
Él quería escribir.
Hasta la media mañana al menos, cuando empezaba a escuchar a su mujer que protestaba desde la cocina:
-“A la carnicería hay que ir con plata”.
-Seamos vegetarianos y felices –le contestaba a los gritos desde la habitación.
No tuvieron que cazar para comer perdices.
Ni dejaron de ir a la carnicería.
Ni fueron felices.
Él, no escribió nunca más.
                                   
                                   Siempre tarde  
                                           Hebert Poll Gutiérrez
 -Tarde otra vez -dice enojada la galaxia al cometa Halley, quien se demoró casi setenta y seis años en llegar al Sistema Solar.
-Cómprame una nave espacial y verás -contesta él.
Parece que la Galaxia no tiene presupuesto para comprar naves espaciales. Han pasado millones de años y Halley… sigue llegando tarde.

                                         Nihilismo  
                                                  Julio Carabelli
No creo en el Hombre definitivamente no creo en él y pienso que de existir vida en otros planetas el ser humano es una seria amenaza para cualquier tipo de civilización por eso es que nunca cuchara de madera y no le estreché la mano al viejo sauce que recibía a la gente en la entrada del subte bajándome del colectivo decidido a terminar con Mabel quien a pesar de saber que jamás iría me tenía preparados los barbarismos y mi pantalón favorito con el cual terminada la escasa cena entré a la universidad para que mis degradados alumnos supieran cómo salir de allí en bicicletas de silencio para tapar con un gran cristal el cuerpo degollado de Mabel.

                     
                            Discusión entre clavos 
                                   Luis Alberto Taborda
Dos clavos discutían acaloradamente entre ellos para saber qué cosa era más importante en su anatomía, si la cabeza o la punta. No se ponían de acuerdo y en eso estaban cuando intervino el martillo y con sendos golpes soberanos enterró a ambos, firme y definitivamente, en la gruesa tabla en que estaban apoyados.
¡Si me hubieran consultado, vociferó el martillo torpemente, hubiera dicho que para mí la parte más importante de un clavo es el cuerpo, ya que permite que la fuerza de un buen martillazo se propague íntegra y total de un extremo a otro!
                          
                                      El funeral   
                                         María Fabiana Calderari
 Hacía apenas unas horas que me sentía mejor. Decidí, por fin, no estar ausente en el funeral.
Cuando llegué, el olor nauseabundo de las flores de la sala y la muchedumbre entretenida y atribulada casi me hizo regresar. Con interminables pasos llegué hasta el féretro. El muerto estaba solo, pálido, frío, desconocido.
Me di cuenta que en la mano derecha tenía el anillo inconfundible de mi padre. No pude llorar mi muerte, me sentía mejor.
                              
Magia  
Antonio Cruz
 "Ahora sacaré un conejo" dijo el mago tocando la galera con su varita mágica pero no salió ninguno. Como quería saber lo que ocurría se metió dentro de ella. Desde aquel día, un conejo recorre el mundo sacando magos de una galera.
                  
Los ojos culpables   
Ahmed Ech  Chiruani
 Cuentan que un hombre compró a una muchacha por cuatro mil denarios.
Un día la miró y echó a llorar. La muchacha le preguntó por qué lloraba; él respondió:
-Tienes tan bellos ojos que me olvido de adorar a Dios.
Cuando quedó sola, la muchacha se arrancó los ojos. Al verla en ese estado el hombre se afligió y le dijo:
-¿Por qué te has maltratado así? Has disminuido tu valor.
Ella le respondió:
-No quiero que haya nada en mí que te aparte de adorar a Dios.
A la noche, el hombre oyó en sueños una voz que le decía:
-La muchacha disminuyó su valor para ti, pero lo aumentó para nosotros y te la hemos tomado.
Al despertar, encontró cuatro mil denarios bajo la almohada. La muchacha estaba muerta.
                                
Somos testigos  
Maritza Álvarez
Dirás que son árboles viejos…que su corteza no permanece. Se caen y doblan de a poco. Se secan al sol en una espera sin sentido, en el ocaso implacable de sus vidas. Podrás pensar que son como hojas que en el otoño amarillan, marchitan y otras cosas que no quiero decir.
Y ellos lo hacen, es cierto, frente a nuestras narices, aventuran la última posibilidad en las postas de los hospitales, donde se están apagando de a cuatro por semana y contando…
En nuestros barrios, solos (qué pocos saludos tienen los viejos!)…
En alguna pieza al fondo, muy al fondo de la casa de sus hijos, duermen sus tristezas, se relegan a la incomprensión, se confinan a la vida sin razón. Hemos internado en el patio trasero a la edad de la supuesta serenidad.
Dirás que la cordura no es precisamente su fiel compañera…que sus historias cansadas y repetidas hasta fastidiar los corazones, ya no puedes ni quieres escuchar…
Sector vejado por nuestra sociedad, casi parias sin derechos, que suplican los pesos de la jubilación, para pasar un día más.
Una espera más, en las postas sucias y miserables de nuestra conciencia de “humanidad”.
                                   
Azar   
Walter Rago
 Él creyó ver a su mujer entrando a un hotel con otro hombre. Cuando recuperó la capacidad de pensamiento, comprendió que, para ser justo, motivos no le faltaban. Enfermo de trabajo, en los últimos tiempos la había ido abandonando.
Ella nunca supo, que el maravilloso y repentino cambio en su vida de pareja, debía agradecerlo a un azaroso cruce y a una tarde de sexo de una desconocida (aunque con un corte de pelo idéntico al suyo).

                
El sanador y los matadores  
Rubén Vedovaldi
 Un brujo de la selva curaba enfermos de tabaquismo por sugestión.
Viendo mermar sus ganancias, la mayor tabacalera intentó disuadirlo por soborno pero el brujo resultó insobornable.
Entonces intentaron matarlo pero sobrevivió a todos los intentos de asesinato y siguió curando fumadoras y fumadores.
Una Asamblea General de Naciones Unidas lo declaró enemigo de la humanidad, pero el brujo ni se enteró y siguió curando. Cuando ya no quedó un solo enfermo de tabaquismo ni fumador pasivo, el brujo intentó curar a los enfermos de armamentismo belicista, pero murió de viejo sin lograr curar a ninguno.
                              
El harén de un tímido  
René Avilés Fabila
 Como temía decirles que no, opté por conservar a todas las mujeres que he amado.
                        
Misterios del tiempo  
Alejandro Jodorowski 
Cuando el viajero miró hacia atrás y vio que el camino estaba intacto, se dio cuenta de que sus huellas no lo seguían, sino que lo precedían.
                               
La decisión  
Joan Mateu
 No lo decidió de golpe ni a causa de una reacción visceral. Fue una decisión tomada después de mucho tiempo de ponderar los pros y los contras. Había llegado el momento de llevarla a la práctica.
- Salgo un momento, voy a por tabaco - dijo despidiéndose de las demás.
Sabían que no volverían a verla, era la tercera que hacía lo mismo y la vieron salir sintiendo algo entre tristeza y envidia.
En cuanto salió, las cerillas se acostaron más anchas, con cuidado de no rozarse cabeza contra cabeza, ocupando todo el fondo de la caja.
                     

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