sábado, 16 de marzo de 2013

JUANA R. SCHUSTER



KIRBY   

Fuera hay rebaños de nubes y una gélida corteza de luna invisible para los tres. Los árboles son centinelas en sus puestos. Tal vez, eso que escucho, sea el movimiento del follaje. Paisaje en duermevela que contagia una breve dosis de sueño. La oscuridad baña el entorno en sombras.
Un muchacho taciturno, afligido, está acompañado por un gato de pelaje gris y ojos verde esmeralda. A la derecha, pueden ver el edificio del geriátrico, antiguo y fantasmagórico, con las cúpulas en forma de aguja para perforar el cielo.
Los faros del coche iluminan el sendero. Veo al joven acongojado y al animalito.
detengo la marcha. - No me has visto? ¡Dime algo por Dios!
Habían trasladado a Rosaura al Hogar de Ancianos. Tenía 90 años. Hubo una sola cosa que la ayudó en su grave dolencia. La presencia del gatito. No le permitieron la permanencia  en el internado. Las enfermeras dejaron que Kirby la visitase sólo los sábados. Nadie supo cómo el felino reconocía ese día entre los otros de la semana.
César lo llevaba al anochecer. Era suficiente que Rosaura viese al animal para que su semblante cambie de color.- Kirby, eres un buen chico. El gato ronroneaba y la contemplaba embelesado.
-¡Quíteselo ya!, decía una voz áspera.
-Te espero, hijo.
Y los dos regresaban a pie a la cabaña, del otro lado del aserradero.
Ayer le dieron la noticia. Rosaura falleció. Lo descubrieron al traerle el desayuno.
Angustiado, César, decidió realizar los trámites correspondientes. Kirby quedaba fuera de la historia…No fue así. Hoy sábado estuvo muy nervioso. El maullido era tan  plañidero que César lo tuvo que llevar. Volvían del Hogar. Kirby la buscó con intensidad. Ahora lo veo tambalearse. ¿Cómo hacerle comprender que la mamá ha perdido en el juego más difícil de vencer?

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