miércoles, 3 de agosto de 2011

MIRTA LILIANA ROHR


PEDRO, PEDRITO
 
Cuando tenía 7 u 8 años, vivía en Carlos Spegazzini, en una casa muy grande donde lo que sobraban eran plantas y árboles frutales.
En esa época mis padres tenían un almacén de ramos generales, esos negocios de pueblo donde se conseguía desde un pañuelo Dorya para regalar, hasta 1 kg. de carbón.
Cierta vez, se acercó al negocio un paraguayo que vendía animales exóticos, le ofreció a mi mamá, un loro.
Dijo el señor, que era tipo papagayo, que su plumaje sería multicolor y muy vistoso, que era un ave muy inteligente, que serviría de alegre compañía.
Mi madre no tardó en convencerse, y sin demasiadas consultas, lo compró.
Mis hermanas y yo estábamos fascinadas con él, rápidamente lo bautizamos "Pedro".
Pasaron los días y Pedro comenzó a hablar, tan pícaro era el animal, que hasta imitaba el llanto de mi hermanita…
Más de una vez, mi madre salió corriendo del almacén, para atender a la pequeña que lloraba desesperadamente y se encontró con el bicho, que emitiendo un ja ja ja parecía disfrutar de la burla…

No hay comentarios: