jueves, 5 de agosto de 2010

RENÉ AGUILERA FIERRO


..................EL GATO

En un pueblo muy pequeño, vivía una familia muy feliz, don Manuel trabajaba en una fábrica cercana a su casa; hombre bueno, asequible a todo, apegado a la familia, esposa e hija, en sus ratos libres, se dedicaba a los quehaceres de la casa, del jardín, diligente y cariñoso con su única hija; aunque a veces se tornaba temperamental a raíz de imprevistos. Mientras que la esposa, una mujer totalmente dedicada a su hogar y a su hija. No descuidaba detalle a fin de mantener su hogar en orden. Por su parte, Mirtha, la pequeña niña hija, había adoptado el hábito del estudio, hacia sus tareas, leía, estudiaba, dibujaba y, sin que se lo pidieran, ayudaba a su madre en algunos quehaceres de la casa. Su propio dormitorio, era impecable en orden y limpieza. La felicidad reinaba en el hogar.
En cierta ocasión, la señora Consuelo, mientras preparaba el almuerzo, repentinamente escuchó un maullido, primero se sobresaltó por la sorpresa, luego giró la cabeza para un lado y para otro a fin descubrir de donde provenía el maullido del gato; caminó unos pasos hacia la sala y, para tranquilidad suya, se encontró con un pequeño gatito que se revolcaba en el sofá, pensó para sus adentros que en algún descuido, el felino se filtró en la sala, hasta llegó a pensar que pudo haber sido traído por su hija o, en todo caso, por su esposo. Se acercó al animal, lo tomó entre sus manos, el minino dócilmente se dejó acariciar; cerrando los ojos, con mimos le devolvía las atenciones. Era un gato gris oscuro, manchas blancas en las patas y cabeza, sus grandes ojos disimulaban con el ensueño de las caricias, tenía abundante pelaje, su larga cola le daba mayor tamaño al recogerse sobre el animal.
Doña Consuelo, encantada con el gato lo llevó hasta la cocina, vertió leche sobre un pocillo y se lo ofreció con bondadosas palabras, como si el animal pudiera entenderlas. El gato no probó la leche, la señora pensó que estaría recién comido o que su timidez le impedía comer. Llegado el medio día, la primera en llegar fue Mirtha, el horario de la escuela le permitía ser puntual en el almuerzo. Al encontrarse con el gato, se sorprendió y preguntó sobre el origen de su presencia en la casa, entonces la madre supo que no fue traído por ella; razón por la que se explayó contando los detalles de su encuentro con el minino. Al poco rato, llegó su esposo Manuel, quien también se sorprendió con la presencia del gato. Doña Consuelo, atenta como era, volvió a relatar su encuentro con el pequeño felino.
Durante todo el almuerzo, lo mimaron, unos y otros deseaban contribuir en su alimentación, incluso le pusieron nombre, la idea final fue de Mirtha, concluyendo en llamarle Gato Panza, en alusión a la mancha blanca que llevaba en el estomago.
Esa tarde, Mirtha mientras jugaba con el mimoso gatito Panza, hizo sus tareas escolares. Ya en la noche, se durmió con el gato apegado a su pecho, fue necesario despojarla del animal mientras dormía. Luego fue acomodado en un cajón, acondicionado con ropas que hacían a manera de colchón.
Cierto día, el esposo llegó de su trabajo, cansado, luego de saludar en voz alta a su esposa, ingresó al baño a lavarse las manos, mientras tanto llegaba también Mirtha de la escuela, ambos se sentaron a la mesa. En ese momento, ingresó al comedor la señora Consuelo, alterada, casi no podía hablar de nervios, comentó que la comida había desaparecido; era inaudito, el esposo primero lo tomó como una broma, la niña solo atinaba a observar, luego don Manuel reaccionó indicando que esas cosas no se evaporan así por así, la desaparición no ocurre en la realidad; más bien -decía- que no haya comida era producto de la irresponsabilidad y flojera. Con la culpa encima, doña Consuelo tuvo que improvisar otra comida.
Al día siguiente, casi había olvidado el incidente, preparó el almuerzo que más gustaba a su esposo, le dedicó un tiempo especial al arreglo de la mesa, el comedor estaba impecable, incluso, se dio un instante para arreglarse así misma a fin de presentarse bonita ante su esposo e hija. La rutina se cumplió, estaban sentados en la mesa, de pronto se repitió la misma escena, la comida había desaparecido. Padre e hija quedaron estupefactos, mudos, pasado el impacto, el esposo le recriminó de mil maneras, furioso abandonó la casa junto a su hija. Doña Consuelo, triste no llegaba a comprender que estaba sucediendo, mientras el gato le lamía una de sus manos. En la noche, la discusión continuó, la señora insistía en la desaparición, el esposo manifestaba que se trataba de un burdo cuento para estúpidos; la niña fantaseaba y no tomaba partido por ninguno de los dos pero se abrazaba a la madre. Lo peor de todo, el esposo comenzó a encontrar desordenes en la sala, en los dormitorios, en el jardín, suciedad por uno y otro lado y; para colmo, la escena del almuerzo se repitió un par de veces más. Cansada de pasar por mentirosa y holgazán, decidió medir su tiempo, agudizar sus sentidos, sus pasos y controlar con la vista sus alrededores en todo momento. Preparó como de costumbre el almuerzo, disimulando normalidad en sus actos, anticipadamente, preparó la mesa y los detalles, cuando la comida estuvo a punto, se dirigió al comedor, pero sorpresivamente volvió sobre sus pasos, la sorpresa que se llevó fue mayúscula; el gato, abriendo la boca en forma desmesurada engullía el contenido de una de las ollas, descubierto, con gesto diabólico se le acercó amenazante, a fin de protegerse, tomó una escoba, momento en que ingresaba su esposo, la encontró batiendo la escoba en actitud de defensa, en vano trató de contarle lo que estaba sucediendo, puesto que el gato, mansamente se revolcaba a los pies del incrédulo marido, actitud que lo encolerizó aún más, estaba a punto de golpearla cuando ingresó la pequeña Mirtha. La niña tomó entre sus manos al gato y se dirigió a la cocina, evidentemente, había la segunda olla intacta. Con la discusión, gritos y llantos de doña Consuelo, lloriqueos de Mirtha y los reproches de don Manuel, la situación se tornaba insostenible, hasta que finalmente los ánimos se calmaron, el plato que se sirvió en la mesa no fue probado por nadie.
El temor de doña Consuelo no tenia límites, por ello, al salir de casa el esposo, se refugió al lado de su hija, no se movía de su lado ni la dejaba sola un instante, de refilo, observaba al gato que la amenazaba con sus enormes dientes, mientras era acariciado por su hija.
Esa noche, se fue a dormir con Mirtha, religiosa como era, colocó en su cuello y en el de su hija una medalla con la imagen de Virgen María. Dormitaba, cuando observó que el gato no estaba en su lugar, silenciosamente se dirigió al aposento de su marido, instante en que el gato inhalaba el aliento de su esposo, su ira pudo más que el miedo, se abalanzó sobre el animal, el gato furioso saltó a un lado de la cama, de allí, mostrando sus enormes colmillos; las garras del animal se hicieron descomunales, dando zarpazos caminó amenazante hacia ella, instante en que la niña le arrojó una muñeca. Descubierto definitivamente, el gato se escurrió hacia la sala. Preocupadas por el estado de su esposo, le rodearon dándole aire, mientras don Manuel profería palabras incoherentes e inteligibles, sus gestos estaban perdidos y, con los ojos desorbitados, miraba desorientado a su alrededor, de mil maneras buscaron reanimarlo, luego de varios intentos, logró recuperarse y volver a la realidad. Entre los tres buscaron inútilmente al gato.
Los días que siguieron fueron de total normalidad. Un domingo, los tres salían de paseo al parque central, don Manuel se apostaba a cerrar la puerta de la casa, en ese momento se les acercó una niña acompañada de su madre, la pequeña portaba entre sus brazos un gatito, gris con manchas blancas en las patas y la cabeza, gentilmente les ofreció obsequiárselos.
La familia solo atinó a mirarse aterrada.

Extraído del Libro "María Venezia" (Cuentos) de René Aguilera Fierro. El autor es Presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Tarija; Secretario General de la Unión Latinoamericana de escritores", autor de quince obras literarias, promotor y conductor radial de Programas culturales.


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