jueves, 5 de agosto de 2010

ALICIA CHILIFONI


SE LLAMA PEPE

Camino a la escuela, todas las mañanas lo vemos. Enorme y cabezón, no parece un perro. Es muy especial.
A mí, que no soy afecta a las mascotas caninas, sólo me han simpatizado unas pocas. Sobran los dedos de una mano para contarlas.
Le hablamos y nos mira cansino, con su carota resignada, aburrida, el cuero sobrante arrugándole el ceño. Su color es indefinido, se diría marrón, pero un marrón raro, agrisado, nada común.
Empezamos a llamarlo Pacho, por lo pachorriento. Me propuse averiguar su nombre, no sé para qué. Ésas ocurrencias mías. Y hoy se me dio la oportunidad.
Cuando pasábamos por la vereda, mientras como siempre alias Pacho nos miraba con su habitual desidia, noté la luz encendida y la puerta del frente abierta. Alguien barría el umbral, saliendo hacia el pequeño jardincito tras las rejas.
-Disculpe, buenos días. Me gustaría saber cómo se llama este "bichito" - dije, y lo señalé, pues siempre está acompañado de otros varios congéneres que nunca despertaron mi interés. No les veo nada especial. Además, Pacho se destaca por su tamaño.
-Se llama Pepe. Cuando lo compré, decidí ponerle ese nombre, porque tengo una nieta con problemas. Es autista. No habla. Pronuncia algunas sílabas. Entre ellas, sabe decir "pe". Con ese nombre, trato de que ella llegue a tener algún tipo de conexión con el perro … a lo mejor… nombrándolo …
Se acercaba la hora del timbre de entrada a clase, y nos quedaba por recorrer todavía una cuadra para llegar al colegio, de modo que le di las gracias y nos fuimos apuradas.
Pensé que al preguntar, podría haberme encontrado con una mirada de fastidio y una contestación desganada. O por desconfianza, hay quien ni siquiera responde. A veces me pasa, pero no puedo contenerme cuando me propongo saber algo. En cambio la dueña de Pepe pareció disponerse de inmediato para una buena charla con una total desconocida. De haberla encontrado a la vuelta en vez de a la ida, la conversación se hubiera estirado, y hasta podía haber sido el germen de una amistad. Era evidente que le hacía bien contar su preocupación, y lo hacía sin dramatizar, con toda naturalidad, hasta sonriendo con ternura.
Vale la pena correr el riesgo de ser vista como inoportuna, o desubicada, toda vez que se me ocurre una de estas "aliciadas". Porque en la mayoría de los casos ocurre como en éste. La gente tiene una enorme necesidad de comunicación. Pese a vivir todos amontonados, muchas veces estamos tan solos y tan necesitados de ser oídos …
Ahora sí sé para qué quise conocer el nombre del singular pichicho: para que su dueña aliviara su carga emotiva. Lástima que a mi regreso, ya había terminado de barrer, y la puerta estaba cerrada.
Me contenté con decir "chau Pepe", lo que no es para nada poca cosa, pensando en esa niña que tal vez nunca sepa, al pronunciar esa sílaba, que lo está nombrando a él.


2 comentarios:

natalia_sara_48@hotmail.com dijo...

Me atrajo el relato, y hay mucha necesidad de diálogo. El can fue el nexo entre tu intriga y una muy probable amistad, si transitas por allí a diario. Me enterneció la historia, sobretodo el final. Gracias por hacernos conocer la historia de Pepe.

Nolo dijo...

Muy tierno y con esa alusión a las "cargas emotivas" y a la "necesidad de comunicación" que, a la postre, son las que nos hacen participar de Redes, verdad?
Gracias por tu relato. Nolo