lunes, 12 de enero de 2009

GUADALUPE RAMOS


CUATRO TUMBAS Y DOS CUERPOS

Estaba todo oscuro. Había una casa abandonada. Sólo estoy yo y la persona que siempre estuvo al mi lado, mi mejor amigo, mi primo Sebastián. Nos metimos en esa casa donde no sabíamos que nos podía pasar. Afuera llovía y hacía mucho frío. Mientras buscábamos la chimenea para prenderla nos encontramos con algo que nos asustó bastante. Algo se nos apareció y nos advirtió que saliéramos de ahí en una hora si queríamos vivir. Tan grande fue mi susto que pegué un salto y cuando me di cuenta estaba arriba de mi primo.
Como siempre no hicimos caso y nos quedamos con la chimenea prendida y abrazados. Frente a ella volvió a aparecer el espíritu y nos repitió de vuelta que nos vayamos si queríamos vivir. Esta vez le dije a Sebas que nos vayamos y nos fuimos.
Afuera no llovía más. Encontramos a un camionero que fue muy amable y nos llevó hasta mi casa. En el camino nos contó sobre una mansión en la cual habían sucedido cosas muy raras. Nos contó que allí siempre aparecían muertos jóvenes aventureros y vagabundos.
Llegamos a mi casa (por cierto mi primo vive conmigo) y me quedé con la duda: ¿Qué hubiera pasado si no nos íbamos? ¿Sería aquella la mansión que mencionó el camionero? ¿Tendría las agallas para ir mañana? Con todas esas dudas me acosté. Como sentía algo de miedo le pedí a mi primo si esa noche podía dormir conmigo.
A la mañana desperté abrazada a él. Me levanté y preparé el desayuno. Cuando se levantó le dije que ibamos a volver a aquella mansión y que íbamos a pasar toda la noche allí.
Cayó la noche y volvimos allí. Eran las tres de la mañana y el espíritu no apareció. Salimos de la casa como si no hubiera pasado nada y nos cruzamos con el camionero de ayer. Esta vez nos dijo que subamos atrás. Había una persona con él, esta era de sexo femenino, lo sé por la forma de la cara y porque tenía el pelo largo. En un momento dio vuelta la cabeza y nos dijo que tengamos cuidado. Tan grande fue mi susto que pegué un grito y me largué a llorar.
El camionero al escuchar mi grito frenó y se bajó a preguntar qué me pasaba. Le dije lo que me pasó y él me dijo que nunca hubo nadie al lado de él.
A mi lado, en la parte de atrás del camión, había dos bolsas, eran pesadas y grandes. Paramos en el cementerio y nos dijo si podíamos ayudarlo a bajar las bolsas. Con una pala hicimos dos pozos donde tiramos las bolsas pero no había dos fosas sino cuatro. Entonces me empecé a hacer preguntas: ¿Para quiénes eran las otras dos?; ¿Serían acaso para otros dos cuerpos o para tirar cenizas?
Mientras le preguntaba a Sebas para quiénes serían las tumbas, siento que se cierra el portón. Le gritamos al camionero para que nos saque de allí y él nos dijo:
-No puedo. Se me hace tarde y ya los saqué de bastantes líos a ustedes dos. Ah, fíjense de quiénes son esos dos cuerpos que están en las bolsas. Abrí una de las bolsas y descubrí al toque quién era sólo por la remera, le dije a Sebas que abra la otra bolsa y el reconoció también dentro de ella su propio cuerpo.

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