viernes, 27 de septiembre de 2019

Rubén Amato



De trenes y andenes 
Rubén Amato

¿Dónde termina la estación de trenes, dónde comienza?
Tal vez estas rejas ya no dividen derechas de izquierdas, aunque la historia de los movimientos sociales ya no le interese a casi nadie. La cuestión que esos barrotes ya no detienen a nadie, porque un tren que llega son cientos de historias presentes que arriban de ningún lugar y de todos al mismo tiempo.
La estación es un espejismo custodiado por andenes.
Miramos sin ver desde nuestra ventanilla. Nos bajamos con los ojos a recorrerla por un rato, hasta donde lo permite la osadía. Hay quienes se bajan a destiempo de una esperanza y quienes se dejan llevar mansitos por entre las promesas. Otros, esperan bajar milagros en Santos Lugares y ve subir ramilletes de nomeolvides en Ramos Mejía.
De vez en cuando ves un beso que se arrebata en el estribo o ese otro beso nuevo y apasionado que de alguien “de un saltito” se ha robado. Dónde comienza, donde termina esa agradable sensación de infancia. Mientras el guarda viaja siempre “de colado” y esos gendarmes dan más miedo que “los pungas” que andan trajeados.
Más allá, en la ventana de aquel bar de esa parada, lo ves al poeta que escribe esta historia. Tanto calor que los durmientes parecen aflojarse los bulones para liberar tanta “rosca” frente a los andenes que parecen jugar ajedrez pero con fichas humanas.
Un tiempo que no ha de volver y otro que jamás ha de llegar habitan en el lugar cuando el pitido del tren comienza a desandar y al fin se empieza a mover.
Un tren al partir despeina ese pastito salvaje que crece y crece entre las vías y hasta en medio del cemento de los andenes, que trata de sepultar a una tierra que sigue viva y llena de memoria por los viejos pero vigentes reclamos populares.
Un tren que parte en dos las horas pegajosas del atardecer un día cualquiera, parecido a otros tantos.
Cuál es el verdadero viaje: el del que está en la formación o el del que todavía no sacó boleto.
O será que el viaje es el paisaje, siempre en sentido contrario a nuestros deseos empecinado en llegar a ningún lugar y a todos… a la vez.
¿Será cierto aquello de que “el verdadero viaje es aquel que todavía no hicimos”?


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