viernes, 18 de enero de 2019

Teresa Godoy



¿Por qué escribo? 
Teresa Godoy

Siempre fui muy observadora de los objetos, de las personas, de sus dichos, de la naturaleza y su belleza. Sabía que no podía quedar en esa simpleza: la de observar. Necesitaba responder, describir, opinar, hacer una crítica. No únicamente pensarlo, sino de alguna manera decírselo “ante quién corresponda”, que sepa, lo que siento, lo que pienso de las distintas situaciones que me movilizaban. Mi mente explotaba de contener esas expresiones amontonadas deseosas de filtrarse de alguna manera, y que llegue al destino correspondiente. ¿Por qué no las decía? Muchas veces lo intenté. Pero siempre había un impedimento. Me sentía como una fuente que estaba  llena de agua en su interior, con la llave de paso abierta, pero que una gran mano la tapaba para que no fluya.  Y al final  hallé el punto, mi meta era que salga fuese como sea y  encontré una fuerza interior que arrasó con ese obstáculo. ¿Quienes me ayudaron? Especialmente mis amistades que me escuchaban, que leían mis trabajos, y ponderaban mi modo de hacerlo: “Amiga, escribí un libro, o mirándome a los ojos me decían muy seriamente: “qué bien que escribís”. Y yo pensaba ¡sí, es lo que deseo! Es la forma de hacer salir lo que guardaba mi cerebro y  todo ese empujoncito que tuve, pasó por mi  corazón y ahí me di cuenta que sentía felicidad con sólo imaginarlo. Fue así que comprobé que mi plan para ser feliz era éste: que conozcan tanto lo que siento como aquello que quiero que sepan, y que no lo tengo que guardar en mi mente, tiene que pasar por mi alma y por fin, lo tengo que escribir.

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