sábado, 26 de mayo de 2018

Teresa Godoy


POR UN CAFÉ  
Teresa Godoy

Era muy tarde,  ya entrada la noche.
José, casado, 4 hijos y suegra con asistencia perfecta en su hogar que hacía de éste una conjunción de peleas y discusiones. Llegó el día… mejor dicho, una noche que no la pudo soportar más, menos con los incidentes que seguían en su casa por su participación activa en los mismos. Quería escapar de allí. Miró el pasillo largo de su casa, y sin que lo notaran, se animó y salió sigilosamente hacia la calle. ¡Pucha, esta puerta siempre chilla, susurra, y todavía  siento los gritos en mi cabeza! Se dijo.
Noche oscura. Ni un alma en las calles, camina por sus rotas veredas, ni un auto alguno por sus calles en el empedrado lleno de baches.
José camina  y arrastra consigo la angustia por lo vivido. ¡Todos los bares cerrados! ¡Allí podría relajar mi alma! Canturrea.
Sigue caminando y a unas cuadras ve unas luces. Es un barcito casi en penumbras.
Llegó muy cansado y observó que sólo hay una mesa ocupada por una pareja. Entró casi sin ganas y furioso por la escapada de su casa.
El dueño le grita: ¡No, ya estamos cerrando!
- Pero, déjeme un rato nomás, señor, contesta extenuado, para que lo deje entrar, sólo tomaré un café en la barra.
No quedaba ni una mesa disponible, todas las sillas estaban patas para arriba sobre las mesas, así, como estaba la casa de José.
Aún, no se le puede juzgar, ni por bueno ni por malo. Hay que escuchar todas las campanas.
Los mozos rezongan, pero le llevan el café. Luego, sacan la basura que se juntó durante el día.
Así ha de sentirse el desafortunado José que salió de su casa como sacan algunos la basura a la vereda por  la noche, mirando para todos lados, si lo hacen fuera del horario establecido.
El café lo reconforta, pero el buen aroma de ese café se confunde ahora con el olor de los trapos que usan para la  limpieza y el polvo que levantan al barrer.
La pareja que aún allí estaba, comienzan a mirarlo con disimulo. Es que lo conocen y saben de su dramática situación. Ellos han escuchado todas las peleas durante muchos años, la de los vecinos, la de la familia y la de ellos personalmente. Y murmuran casi para que los escuchen: “No es la primera vez que sale como rata por tirante, este don José, cada dos por tres se manda una macana” . La pareja paga la cuenta y queda desierto el bar.


El dueño le pide al hombre de la barra, que pague y se retire. José pagó insultando, y no le quedó otra alternativa que caminar hacia la plaza y juntarse en con los cartoneros del Barrio.

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