sábado, 26 de mayo de 2018

Carlos Margiotta




El ángel de la guarda  
Carlos Margiotta

Ahora puedo dormir de corrido toda la noche. Me acuesto como a las once y cuando me despierto son las siete de la mañana. Después de tantos años de insomnio creo haber descubierto la manera de dormir sin tomar las pastillas que usted me recetaba. ¿Se acuerda? Al principio me causaban efecto y al poco tiempo terminaban excitándome cada vez más, y entonces tenía que volver a verlo y usted me daba otras pastillas más fuertes, hasta aquel día en que tuvo que internarme por una intoxicación hepática, casi me muero. ¿Se acuerda? Bueno, yo sí, pero a pesar de todo no le guardo rencor. Entonces éramos camaradas, los dos estábamos en la misma, y además yo reconozco que era medio loquito, el colo Almada me decían.
El asunto es que venía a verlo para agradecerle la paciencia de tantos años, y para contarle cómo fue que logré dormir, por ahí le puede servir con otros pacientes y tal vez hasta pueda ayudarlo.
¿Se acuerda del ángel de la guarda? Ese que cuando éramos chicos nos decían que nos protegía. Bueno. Resulta que una noche, a la tres de la madrugada, mientras miraba las cinco ventanas iluminadas del edificio torre de enfrente de casa, encontré al mío. Esas mismas cinco ventanas que le contaba cuando venía a verlo, que creía habitadas por otros tantos insomnes como yo. Esas casas que imaginaba con seres atormentados llenos de horror y tristeza. Bueno. Le cuento. Mientras miro la torre siento que alguien se mete en mi cama y empieza a acariciarme la espalda. Al principio me asusto y no quiero darme vuelta para ver quien es, y dejo que siga con las caricias que empiezan a recorrerme todo el cuerpo.
Siento sólo la presencia de una mano sedosa, ningún ser concreto en particular, como un ángel inmaterial que me tranquiliza y me hace dormir. Cuando despierto pienso que todo ha sido era un sueño, pero... ¿qué sueño? Si hacía años que no soñaba. ¿Se acuerda que le decía? "Lo que más me jode de todo esto es que no puedo soñar".
Ese día no le di más importancia al asunto, hasta que volví a casa y llegó la hora de meterme otra vez en la cama. Esta vez no tuve que esperar tanto, el ángel como la noche anterior, comenzó otra vez a acariciarme tan dulcemente que me entregué sin resistencia, de inmediato. Y así me visitó noche tras noche, y en la medida que nos fuimos conociendo por el contacto cuerpo a cuerpo, la mano fue adquiriendo la forma de una mujer. Poco a poco fui reconociendo su cintura, sus piernas, sus caderas, y sus senos voluminosos apoyándose sobre mi espalda. Una vez quise darme vuelta para abrazarla y desapareció. ¿Se acuerda que me una vez me dijo que no pretendiera controlarlo todo, que me dejara llevar por los sentimientos y me entregara al sueño reparador? Bueno, ahora lo entiendo.
A llegar la primavera empecé a acostarme totalmente desnudo esperando el placer de esas manos eternas, acariciadoras, que fueron avanzando sobre las partes más íntimas de mi cuerpo excitándome. Mire, se lo cuento y me avergüenzo. El ángel se había convertido definitivamente en una mujer tierna y hermosa, pura y diabólica, como jamás he conocido. Le juro que no tengo recuerdos de algo parecido, nunca sentí que me hayan querido de esa forma, sin palabras de por medio, sin pedir nada a cambio. En algún momento creí que era otra alucinación. ¿Se acuerda?. Como esas que me agarraban después de una misión importante, cuando usted me daba licencia hasta que se me pasara. Pero no, es una inmensa felicidad la que me invade secuestrándome de la realidad cotidiana. Me siento poseído, esclavizado a merced de todos sus deseos que no puedo rechazar. Al mismo tiempo estoy desesperado por conocer a mi visitante nocturna y contarle mi historia, decirle que no era merecedor de su amor, que soy un tipo jodido.
Una noche de luna llena la vi, la luz se escurría entre las rendijas de la persiana del dormitorio cortando la oscuridad con líneas blancas, como un pentagrama. Estoy seguro que me creyó dormido y en un descuido se levantó de la cama, atravesó el haz luminoso totalmente desnuda. Vi su imagen de una belleza inconmensurable y celestial, caminando hacia la puerta, cuando quise alcanzarla desapareció.
Se lo cuento y se me pone la piel de gallina. ¿Se acuerda cuando la conocí a Susana y usted me aconsejó? "Cuidala, es una mina bárbara, si la maltratas las vas a perder".
Tuve miedo de que no regresara, como lo habían hecho otras mujeres, pero después de tres noches de insomnio volvió. Las reglas de nuestra relación son claras e implícitas. Los ángeles no tienen sexo, a cambio del soñar debo renunciar a toda iniciativa. Entonces que me dejaré someter pasivamente. Cada noche ingresaré a un mundo desconocido de sueños encadenados unos a otros en un perpetuo continuo de imágenes donde todo era posible, donde no había límites, donde lo deseado se realizará antes del amanecer. A veces tengo miedo de tanto placer y siento mi cuerpo estallar en mil fragmentos que no puedo juntar.
¿Se acuerda cuando usted me decía: "Déjese llevar por el sueño, no tenga miedo que no se va a morir"? Tenía razón. Ahora no le temo a la muerte, la muerte es la felicidad, es terminar con las pesadillas que me persiguieron durante treinta años. Recuerdo perfectamente cuando lo vine a ver por primera vez. Quería abrirme de todo esto y pedirle la baja. Usted me dijo que no sintiera culpas ni remordimientos, que era la guerra, que solamente se trata de cumplir ordenes.
Bueno, quería que supiera lo que he sufrido y lo que he gozado. Ahora le toca a usted, el ángel de la guarda me lo pidió y yo cumplo.







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