miércoles, 25 de octubre de 2017

Marta Becker


                          ALGO HUELE MAL  
                                                  Marta Becker

Lo reconocí en cuanto lo vi. Mi obsesión histórica se hizo realidad. Me subió la indignación como un vómito y ya no pude sacarme el gusto ácido de la boca.
Lo vigilé día y noche, comencé a seguirlo, a estudiar sus movimientos, corroborar sus horarios, todo me interesaba. Supe por los vecinos que tenía una vida “misteriosa”, según sus palabras. Salía todos los días a caminar, no saludaba a nadie, iba de compras dos veces por semana, no se le conocían compañías ni visitas de ningún tipo, y a través de la puerta de su departamento se escuchaba música clásica todo el día.
Recibía diariamente los dos periódicos más importantes y le pagaba al diariero cada vez que salía. Según  el informe del portero del edificio no tenía deudas, en ese aspecto era “ejemplar”, esa fue su expresión. Era evidente que no quería llamar la atención y se esmeraba por pasar desapercibido, aunque era medio difícil dadas sus rarezas.
 Por supuesto que estaba registrado con otro nombre, pero su cara, su forma de caminar, todo él me era conocido, dolorosamente imborrable.
Fui acumulando ánimo junto con recuerdos y cuando lo primero superó lo segundo toqué timbre en su departamento.
No me hizo retroceder la expresión de sorpresa que tuvo al verme, era evidente que él también tenía memoria. Tampoco me asustó cumplir con la misión que traía en mente y salí bajando por las escaleras con toda tranquilidad. No sentí remordimiento alguno.


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