miércoles, 25 de octubre de 2017

Julian Santiago


                                   OTOÑAL  
                                               Julian Santiago

Era una tarde destemplada de Mayo, corría el año 1930, Buenos Aires toda sufría y se sacudía por los coletazos del crac financiero, ocurrido en  Estados Unidos el año anterior. El mundo todo estaba convulsionado, los comerciantes quebrados y en los pueblos la gente sin trabajo, las radios a toda hora y los diarios de la mañana y la tarde, difundían noticias apocalípticas. Yo había tenido alguna participación política en años anteriores, hoy, sin compromisos partidarios, escuchaba y miraba todo esto con mucha tristeza. Esa tarde, para aventar tantas malas noticias,  me fui a leer a la plaza de mi barrio. -hacía tiempo que no la visitaba-. Del boliche de la esquina, atiborrado de paisanos que volvían del matadero a tomar su grapa y comentar las prepoteadas del capataz, se oía la voz de Carlos Gardel cantando el tango Mano a Mano. Con paso tranquilo, llegue hasta la plaza, con alguna dificultad, me senté sobre un cantero para recostarme, sobre el tronco de un eucalipto centenario, en el cual, hay un corazón dibujado con temblorosa mano  de adolescente enamorado. Sentía la presencia de los grandes árboles, hamacándose al compás de la suave brisa, como queriendo correr las nubes que cubrían el cielo azul, los veía como seres protectores, ¡me sentía en casa! ¡Qué tiernos y nostálgicos recuerdos trae volver a los lugares donde uno ha crecido!! Al cabo de un largo rato de estar enfrascado en la lectura, notaba que algo que me hacía perder concentración, una sensación extraña que no puedo explicar, en otras ocasiones ya me había sucedido (algunos amigos me han contado la misma experiencia,). Buscando concentrarme, deje la lectura para pasear la mirada en derredor de la plaza. En esa recorrida, observo una mujer sentada, a no mucha distancia de donde yo me encontraba mirándome, al encontrarse nuestras miradas, bajo sus parpados, su turbación se hizo evidente, giro su cabeza al frente con aire detraído, levanto una mano con simpáticos giros de su muñeca, (como espantando fantasmas que revolotean a su alrededor), llevándola hasta su nuca para airear sus cabellos y luego ordenarlos con pulcritud, fijaba su vista en el libro que tenía en su regazo.. Es indudable, que con esos gestos buscaba encontrar el equilibrio emocional que había perdido, al ser descubierta en su indiscreta actitud. Esa acción me permitió observarla con atención. Era una mujer guapa, de porte elegante, cuando me encontré con sus ojos clavados en mí, enviaban una intensa y penetrante mirada, de cabellera negra, algunos hilos de plata se mezclaban entre sus cabellos pasando desapercibidos, sus labios cerrados se extienden hacia los lados y en las comisuras, se le dibujan unas finas arrugas llenas de encanto. Vestía ropas oscuras, un generoso escote, -cubierto con sutileza-por un chal de color claro, hacia resaltar con notoria finura la blanca piel de su cuello. Sus generosos pechos, amenazaban salir de su prisión en busca de los perfumes que brotaban de la fronda que los rodeaban, cada vez que inspiraba el aire. Su rostro, enmarcado por su negra cabellera, le daba al conjunto una  sugerente belleza. Cuando nuestras miradas se reencontraron, me miraba con aire de curiosa expectativa, al instante, insinuó una leve oscilación de su cabeza  irguiendo su pecho, como afirmando que efectivamente me había estado observando, ¡me desafiaba con ese sutil y gracioso gesto provocativo! Esa actitud, me produjo una sensación de zozobra contenida, en mi cerebro, las más audaces y voluptuosas ideas pugnaban por sacar afuera la más acertada decisión a tomar, reflexione unos instantes, mi intimidad se lleno de dudas..., me levante con calma...hice una leve inclinación de mi cuerpo mientras mi vista seguía clavada en sus ojos claros, ella, con decisión, se irguió en aceptación de mi galante saludo ¡Chapo! 
¡Esto no es una actitud indiscreta¡-dije para mis adentros- Salude tocando el ala de mi sombrero, di media vuelta y me aleje de ese encuentro que hubiera dañado mi ¡impoluta dignidad!...Llegue a mi casa, me serví una copa de  Brandy, senté en el mullido sillón frente a los leños rojizos del hogar, mi cuerpo de espaldas encorvadas.... por mis largos años vividos …,y después de un gran suspiro...continúe mi suspendida lectura…




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