OTOÑAL
Julian Santiago
Era
una tarde destemplada de Mayo, corría el año 1930, Buenos Aires toda sufría y
se sacudía por los coletazos del crac financiero, ocurrido en Estados Unidos el año anterior. El mundo todo
estaba convulsionado, los comerciantes quebrados y en los pueblos la gente sin
trabajo, las radios a toda hora y los diarios de la mañana y la tarde,
difundían noticias apocalípticas. Yo había tenido alguna participación política
en años anteriores, hoy, sin compromisos partidarios, escuchaba y miraba todo
esto con mucha tristeza. Esa tarde, para aventar tantas malas noticias, me fui a leer a la plaza de mi barrio. -hacía
tiempo que no la visitaba-. Del boliche de la esquina, atiborrado de paisanos
que volvían del matadero a tomar su grapa y comentar las prepoteadas del
capataz, se oía la voz de Carlos Gardel cantando el tango Mano a Mano. Con paso
tranquilo, llegue hasta la plaza, con alguna dificultad, me senté sobre un
cantero para recostarme, sobre el tronco de un eucalipto centenario, en el
cual, hay un corazón dibujado con temblorosa mano de adolescente enamorado. Sentía la presencia
de los grandes árboles, hamacándose al compás de la suave brisa, como queriendo
correr las nubes que cubrían el cielo azul, los veía como seres protectores,
¡me sentía en casa! ¡Qué tiernos y nostálgicos recuerdos trae volver a los
lugares donde uno ha crecido!! Al cabo de un largo rato de estar enfrascado en
la lectura, notaba que algo que me hacía perder concentración, una sensación
extraña que no puedo explicar, en otras ocasiones ya me había sucedido (algunos
amigos me han contado la misma experiencia,). Buscando concentrarme, deje la
lectura para pasear la mirada en derredor de la plaza. En esa recorrida,
observo una mujer sentada, a no mucha distancia de donde yo me encontraba
mirándome, al encontrarse nuestras miradas, bajo sus parpados, su turbación se
hizo evidente, giro su cabeza al frente con aire detraído, levanto una mano con
simpáticos giros de su muñeca, (como espantando fantasmas que revolotean a su
alrededor), llevándola hasta su nuca para airear sus cabellos y luego
ordenarlos con pulcritud, fijaba su vista en el libro que tenía en su regazo..
Es indudable, que con esos gestos buscaba encontrar el equilibrio emocional que
había perdido, al ser descubierta en su indiscreta actitud. Esa acción me
permitió observarla con atención. Era una mujer guapa, de porte elegante,
cuando me encontré con sus ojos clavados en mí, enviaban una intensa y
penetrante mirada, de cabellera negra, algunos hilos de plata se mezclaban
entre sus cabellos pasando desapercibidos, sus labios cerrados se extienden
hacia los lados y en las comisuras, se le dibujan unas finas arrugas llenas de
encanto. Vestía ropas oscuras, un generoso escote, -cubierto con sutileza-por
un chal de color claro, hacia resaltar con notoria finura la blanca piel de su
cuello. Sus generosos pechos, amenazaban salir de su prisión en busca de los
perfumes que brotaban de la fronda que los rodeaban, cada vez que inspiraba el
aire. Su rostro, enmarcado por su negra cabellera, le daba al conjunto una sugerente belleza. Cuando nuestras miradas se
reencontraron, me miraba con aire de curiosa expectativa, al instante, insinuó
una leve oscilación de su cabeza
irguiendo su pecho, como afirmando que efectivamente me había estado
observando, ¡me desafiaba con ese sutil y gracioso gesto provocativo! Esa
actitud, me produjo una sensación de zozobra contenida, en mi cerebro, las más
audaces y voluptuosas ideas pugnaban por sacar afuera la más acertada decisión
a tomar, reflexione unos instantes, mi intimidad se lleno de dudas..., me
levante con calma...hice una leve inclinación de mi cuerpo mientras mi vista
seguía clavada en sus ojos claros, ella, con decisión, se irguió en aceptación
de mi galante saludo ¡Chapo!
¡Esto no
es una actitud indiscreta¡-dije para mis adentros- Salude tocando el ala de mi
sombrero, di media vuelta y me aleje de ese encuentro que hubiera dañado mi
¡impoluta dignidad!...Llegue a mi casa, me serví una copa de Brandy, senté en el mullido sillón frente a
los leños rojizos del hogar, mi cuerpo de espaldas encorvadas.... por mis
largos años vividos …,y después de un gran suspiro...continúe mi suspendida
lectura…
No hay comentarios:
Publicar un comentario