miércoles, 25 de octubre de 2017

Jorge Razumny


Guardia arrabalera 
Jorge Razumny

La presente historia me fue confiada por un colega, el Doctor Céspedes, quien actualmente reside en Barcelona y es Jefe de Cardiología de un prestigioso Hospital. 
Ocurrió allá por 1993, en la" Clínica del Sur", del barrio de San Telmo. 
Con su autorización y habiendo transcurrido un tiempo prudencial, la haré pública y trataré de transmitirla tal como él me la contó.
Julio Céspedes era en ese entonces Médico Interno de la guardia de los Sábados, y los sucesos tuvieron lugar en la primera consulta de la noche, creo que poco después de las nueve.
Vestido con su ambo blanco, y mientras grababa uno por uno los diagnósticos de las 14 ecografías de la jornada (para que su secretaria confeccionase los informes correspondientes), golpearon la puerta del gran consultorio de guardia, y entraron a continuación los dos integrantes de lo que sin lugar a dudas constituía una pareja de baile típicamente tanguera. Él -engominado-, con seguros cincuenta años a cuestas, y ella -morocha de pelo largo-, tal vez y a lo sumo, veinte.
El hombre, de elegante estampa abacanada, respetable nariz y fino bigotito, vestía pantalones negros con una franja de raso a los costados, camisa blanca con volados, corbata oscura y finita, botitas charoladas y, sostenía con ambas manos un  chambergo negro, que lo precedía. La atractiva joven llevaba un ajustado vestido también negro, con flecos, profundo tajo al costado y finos breteles que remataban en un generoso escote, desbordado por el nacimiento de un firme y llamativo busto. Calzaba zapatos de elevados tacos aguja y medias negras con insinuante calado. 
-Doctor, -dijo él-, mi compañera tiene desde ayer un fuerte dolor en la pierna derecha, y tenemos que actuar esta misma noche, somos de acá nomás, de la tanguerìa de la vuelta, usted sabe, la de la calle Defensa...
-A ver, querida, siéntese en la camilla, bueno, veamos, ¿dónde le duele?, si toco acá o acá, o acá. ¿En ningún lado? Hubiera jurado que era el gemelo, o tal vez el plantar delgado, pero así, si no  puntualizamos el dolor, no lo sé... Una vez  atendí a una bailarina, era del Colón y tuve que inmovilizarla por un tiempo. Pero el Cascanueces de Tchaikovsky  tiene una gran exigencia en la danza. Esto en cambio.., bueno, supongo será más pasajero...
-Doctor, no crea, mire que Pugliese es muy bravo también, ¿bailó alguna vez "La Yumba"?
-No, bailé tango sólo muy pocas veces. Pero estoy pensando que tal vez, si ella no llevara tacos por un tiempo...
-¡Ni pensarlo doctor! ¡Con semejante hembra!  Sin lucir sus esculturales gambas, se nos van a piantar todos los clientes... De sólo pensarlo se me revuelve el balero, ¡que mishiadura! 
-En caso de que el dolor reaparezca, haremos una ecografía del músculo y entonces veré...   
-Espere, doctor, en mi bolsillo tengo un casette con "La Cumparsita", la podemos pasar en ese aparato que esta en su escritorio, y así, bailando, comprobaremos donde está el dolor-. Y antes que Céspedes reaccionara, se pone el sombrero, agarra con firmeza a su compañera y al compás de la música, sin ningún apronte, comenzaron a dibujar exquisitas filigranas tangueras con ochos milongueros y sandwichitos sobre el embaldosado y lustroso piso de la guardia. Se complementaban como el perfecto y aceitado engranaje de una máquina, de precisos movimientos y certeros objetivos. 
-Tordo, creo que ella se resiente al girar, pero hoy ya no es para tanto, ayer era mucho peor, ¿no es cierto?-. Ella, sin responder, seguía tan hermética como al principio. 
Céspedes iba girando su cabeza hacia uno y otro lado, atónito pero gratamente deslumbrado, y cuando quiso preguntar por el dolorcito, su voz resultó apenas audible. 
voy hasta el baño de la sala de espera y vuelvo enseguida, atráquela sin miedo, así, venga, delicado pero seguro a la vez, y de paso chamúyela, a ver si descubre algo... Céspedes se abrazó con la descendiente de Mireya, quien proseguía su danza mirando hacia arriba, como perdida, y trató de acomodarse a su ritmo. 
De improviso irrumpe el Doctor Quarracino, Director General del Departamento de Guardia, quien observando la increíble escena increpó a Céspedes:           
-Doctor, por el amor de Dios, ¿qué significa esto? Y el juramento Hipocrático, ¿dónde quedó?
Céspedes intentó explicarle que estaba aguardando que reapareciera el síntoma en la pierna de la  morocha. Pero fracasó en su intento, ya que el boquiabierto Quarracino, comenzó a percibir calurosas llamaradas dentro de su almidonado guardapolvo blanco -a las que extrañaba desde hacía largo tiempo- y, ni corto ni perezoso, con enérgica voz de mando disparó:
-Doctor Céspedes, permítame, soy mayor que usted, y de esto ¡sé un tocazo! Dicho esto y esbozando un gesto teatral, se acopló a  la mina mediante un perfecto encastre. Los dos lucían muy ensimismados y bailaban con trabados y sinuosos pasos al compás del dos por cuatro, como malevo con su china en canyengue demostración de tanguería de arrabal...
El varón, que había vuelto y calaba divertido la escena, a la manera de un  libidinoso voyeurista, chapó entre sus brazos a Céspedes, mientras le indicaba: 
-Tordo, Ud. es un poco blandengue, fíjese, primero la base, luego arranco, paro, y así, sienta mi mano detrás suyo, así debe guiarse siempre a la mujer, muy resuelto y cadencioso.
Y las dos parejas, gambeteando camillas, escritorios, negatoscopio, y toda la parafernalia contenida en una sala de guardia, se fueron acomodando fundiéndose cada figura blanca con la otra negra, como dos fichas de un dominó danzante, curioso y sensual damero estilístico.
Así, entrelazados, girando y girando alrededor del salón en sentido contrario al de las agujas del reloj, generaban un lujoso impacto visual que Matos Rodríguez no hubiera imaginado jamás...
-Doctor Quarracino -le espetó Céspedes-, Ud. resultó un perfecto gavión. Dígame, ¿qué opina?. A la morocha, digo, ¿que músculo le dolía? 
-No lo sé, pero esto es un batacazo Céspedes, por favor, ¿podría poner otra vez el tango desde el principio, antes de que finalice? Ah, de paso dígame, ¿como le va a usted con las lecciones?
-No tan bien como a usted, profesor, tratando de que el compadrito no me apriete demasiado, pero no crea, lo sigo lo mejor que puedo...
¡Decí percanta, que has hecho, de mi pobre corazón! ¡¡¡ Chan - Chán !!!  

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