domingo, 15 de noviembre de 2015

Rubén Amato


Curiosa lluvia de abril   
                                                  Rubén Amato


Aquella tarde fue la ultima vez que se vieron. La lluvia ya traía esa brisa fresca de las despedidas. Una cosa rara, recién se acostumbraba a tenerla  y ya tenía que perderla. Era un vértigo. Trataba de detener el tiempo. Que no se acabe el café  en los pocillos, que el semáforo de la esquina solo diera verde, que sus ojos no dejaran de mirarlo. Pero era inútil prolongar otra ilusión, se lo recordaron sus manos al desenredarse de las suyas.
 Y solo quedó su beso, mojándole apenitas los labios. Y la puerta del bar, que parecía no querer cerrarse, por el viento que invadía el bar, le traía aun su perfume.
 "Cuánto es" , pregunto mientras hurgaba en el bolsillo la billetera.
 "Nada" contestó la moza, “La señora ya pagó cuando usted salio a comprar cigarrillos”.



El bar estaba a mitad de camino, en las afueras de la ciudad. Una hora en tren para Greg, veinte minutos en auto para Henin. No podían arriesgarse a que los vean juntos. Profesor y alumna todavía en estos tiempos era un peligro para sus carreras. Ella a punto de recibirse y el por su empleo.
 Greg llegaba temprano, una vieja costumbre. Escuchaba música, tomaba café, leía el diario. Henin ponía música en el equipo de su Escort 94. A su modo, cada uno empezaba a disfrutar  de un dia diferente antes de meterse uno dentro del otro. La previa de ambos.
 Quizá esto seria lo que más extrañarían luego. Ese breve e imperceptible momento de libertad que les concedió  el verdadero amor.
 El amor, como aquel lejano bar, quedo a mitad de camino de sus respectivos futuros.

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