martes, 17 de febrero de 2015

Marta Becker


                       LA VIDENTE Marta Becker


Doña Carolina, que se hacía llamar Madame Charlote, era una mujer entrada en años y carnes. Su tarjeta de presentación rezaba
 “Madame Charlote, vidente, tarotista, curo mal de amores y mal de ojo y las repartía entre conocidos y desconocidos.
Era versada en el arte de la adivinación y para atender a su clientela se vestía especialmente, un pañuelo floreado en la cabeza, pollera larga en tres paños y blusa blanca inmaculada sobre la que colgaban varios collares con cruces, estrellas, diversas imágenes de santos y otras chucherías.  En el centro de la habitación en donde recibía a  los clientes tenía sobre una mesa redonda cubierta con un mantel de terciopelo negro la clásica bola blanca en donde leía el pasado y el futuro. Tiraba las cartas del tarot con inteligencia y era buena intérprete de los distintos arcanos, se descomponía con bostezos y náuseas cuando curaba el mal de ojo y tenía siempre a mano la tinta china para atacar la culebrilla.
Conocía todas las propiedades de los yuyos y era maestra en preparar pócimas para el amor, el odio, la venganza y otras yerbas. Hasta tenía una gallina guardada en una jaula, que sacaba en ocasiones especiales para pasar alrededor de un cuerpo poseído, mientras entonaba cánticos guturales y algún que otro grito.
La propaganda boca a boca le había hecho ganar fama y fortuna, ya que hasta los más ricos y encumbrados –artistas, políticos, empresarios- la consultaban. Los temores propios de la inseguridad interna los llevaba hasta ella y salían de la consulta con esperanzas o curados, según de que tema se tratase.
Cierto día se presentó ante doña Carolina una pareja toda acongojada, que le contó sus males, que no eran pocos. La mujer comenzó su trabajo de videncia, se esmeró en ofrecer las posibles soluciones, mientras le decía que confiaran en ella y así saldrían adelante.
Los clientes se deshicieron en agradecimientos, se levantaron y antes de retirarse sacaron sendos revólveres y le pidieron con toda amabilidad a madame Charlote que les diera toda la plata que tenía y las alhajas. Sumaron a todo esto los dos televisores, la compactera, la procesadora de alimentos y también la aspiradora.
Contrario a sus aptitudes, la vidente no pudo predecir su propio futuro. Si hasta se llevaron la gallina, con jaula y todo.

 

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