VOLVER Celia Elena Martínez
Volver.
Siempre quise volver. Me fui muy joven del país. A comenzar una vida nueva,
aquí no tenía recursos con mi profesión. Emprendí una distinta, pero siempre estaba en mí volver.
Tenía nostalgia de mi terruño.
Formé
una familia, tuve buenos trabajos, un
buen pasar, progresé lo suficiente para tener todo lo que podía lograr y
ambicionaba.
Pero
allí retumbaba siempre: Volver. La
añoranza de recordar, los olores, los lugares, el barrio, los amigos, las
noviecitas de la adolescencia, los amores más profundos, a pesar de amar a mi
mujer. En esos momentos recordaba: Volver.
Pasaron
los años, me puse grande y un día resolví. Volver.
Volví. Solo. Fui al barrio quise recorrer las callecitas .Ya nada era igual, todo había
cambiado, las viejas casonas con olor a jazmines, el perfume de los nardos.
Las
jovencitas de aquellos años eran señoronas y las de hoy no lucían como
aquellas, mostrando sus piernas y sus pechos enormes sin pudor, no insinuaban.
Volver.
Por un momento me quise ir.
Fui
a ver mi casona de niño en el viejo Palermo ¡Ahora se llama Palermo SOHO!
Las
marquesinas de los negocios tienen nombres o ingleses americanos o italianos.
Hay
un lenguaje distinto que no comprendo y mi casa es un moderno Restó y se llama
“Buon Mangiare”.
A
la mañana siguiente fui a visitar mi escuela “San Miguel”. Por supuesto no
queda nadie de los profesores y maestros de antes, dije que era un ex alumno y
me dejaron hacer un recorrido, sólo el viejo patio se conserva intacto, las
aulas han sido restauradas, tienen estufas (recuerdo el frío que pasábamos en
invierno).
Fui
a saludar a la dirección para agradecer que me dejaran hacer el recorrido y
cual fue mi sorpresa, la directora era la maestra de 6to.grado que en aquel
entonces era recién recibida, le confesé que estaba perdidamente enamorado de
ella y aunque yo le insinuaba mi gran amor, ella no se daba cuenta y me trataba
como uno más. Se rió, conversamos un poco pero sonó el timbre de recreo que
antes era la campana. Nos saludamos y por fin pude darle un beso en su arrugada
mejilla.
Más
tarde fui a la casa de una antigua novia que había sido un gran amor en mi vida
a los 17 años. Todavía vivía en
Belgrano, que por cierto estaba lleno de edificios altos, la Avda.
Cabildo era un pulular de gente y estaba lleno de negocios. Ella habitaba en
Virrey del Pino donde quedan pocas residencias bajas. Me reconoció cuando nos
vimos, pero era ya una mujer grande, con hijos y nietos según me contó, claro
yo también lo era, pero guardaba la imagen de la jovencita.
Volver.
Para qué.
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