sábado, 30 de junio de 2012

MARITZA ÁLVAREZ


BOTERO

Se aleja el botero y su carga preciosa. Las aguas tranquilas respiran de la paz de este hombre, que con su sabiduría y su remo avanza río abajo. Su rostro vívido, dorado por el sol y expresivo como él, manifiesta esa plenitud que sólo es reflejo de una felicidad esquiva pero alcanzable.
Camino por el sendero adjunto. Sospecho sus pensamientos y mi corazón tiembla al sentir las voces que cantan en el agua transparente.
Los árboles tiñen de amarillos y rojos. El otoño les ha hecho el amor. Yo piso algunas hojas caídas. Siento la potencia de esta hora dentro mío.
Pronto llega hasta el lugar que buscaba. Siempre llega. Siempre lo hace.
Justo en una desembocadura, donde se abre la tierra para dar paso al remanso, los brazos hermanos, corrientes de aguas leves, siguen su curso. A otros guiarán. A otros les hablarán. Y sólo ellos entenderán.
Se ha sentado a descansar y contempla el cielo maravillado y sereno. Los arreboles lo sorprenden aún.
Los desafíos son de él.
Las victorias también.



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