sábado, 11 de febrero de 2012

ANALIA FIGLIOLA


CUANDO SE ABRE EL TELON
A juzgar por primeras impresiones, Juana era una niña mas de su clase, pero con un  poco de detenimiento se podía observar que, en la profundidad de ese par de zafiros, se escondía una personalidad muy especial y que, donde muchos niños reaccionarían con una sonrisa y un salto, ella preferiría el silencio y la quietud. Compartía sus tardes en la escuela con su única amiga, Evangelina, que también tenía nueve años. En los recreos caminaban por el inmenso patio central del colegio y admiraban el imponente escenario que se erigía en uno de los laterales, alzado con fuertes hierros, cuya existencia era ocultada por un terciopelo rojo, pesado y brillante. Desde allí todas las mañanas saludaba la Hermana Superiora, se celebraban los actos patrios, se pronunciaban los más emotivos discursos y ascendían las personalidades más encumbradas de la institución.
"Sí," pensaba Juana, "sería un verdadero honor posarse sobre aquellas tablas y con cada paso poder cautivar al público." Sin embargo, sentía un enorme pesar cuando caía en la cuenta que en sus años de escolaridad sólo algunos 'elegidos' habían tenido ese privilegio. Y ella no había sido una de ellos. Por momentos la envolvía un sentimiento de turbación y se preguntaba, "¿Qué se necesitaba para poder acceder al escenario?"
Casi todos sus docentes siempre habían coincidido en los comentarios, informes y en sus calificaciones en los boletines: 'se destaca en responsabilidad, perseverancia y compromiso.' Ella tenía un gran sentido de la obediencia, y aunque a veces otros hubieran calificado de exagerada su conducta en el cumplimiento de las normas, en su casa estaban orgullosos de ello. Sus padres insistían que sólo así lograría todo lo que se propusiera. En verdad, sus actitudes no le habían reportado gran éxito hasta el momento y, menos aún, el preciado reconocimiento de la comunidad escolar.
Un día recibió una noticia que la alegro enormemente. Su maestra explicó que para las próximas pascuas en la escuela se expondrían los mejores huevos de pascua, hechos a mano y con materiales variados, y se premiaría a los mejores. Era una oportunidad única; sabía que debía esmerarse para poder lograrlo. Trabajó incansablemente sobre su producción, pidió consejos, a veces ayuda, planeó cada detalle con sumo cuidado y, aunque exhausta, hubo noches que no pudo dormir imaginando el gran momento.
Cuando su maestra, Nancy, comenzó a nombrar los trabajos premiados, sus manos temblorosas acariciaban su falda como en un deseo de calmar su impaciencia. Había comenzado por las menciones pero ella no integraba esa lista. Luego siguió con los tres primeros puestos, y justo en las últimas palabras de la maestra, ella escuchó pronunciar su nombre. Su felicidad se completó cuando la maestra colocó su trabajo primero en la fila sobre el estante que exhibía las premiaciones. La señorita Nancy la miró con aprobación y le prodigó unas palabras muy elogiosas. En ese instante, su mente ya estaba recorriendo los muchos ojos que se posarían sobre ella al subir al escenario y hasta imaginaba sus pasos sobre esas resonantes tablas. ¡Por fin, lo había logrado! "Todo el sacrificio, la espera, el tesón habían dado su fruto," se repetía Juana. Sin embargo, cuando volteó su mirada hacia el pizarrón pudo ver una lista de ominosos nombres, entre los cuales no estaba el suyo, y luego confirmó lo peor de los labios de la señorita Nancy:
- "Bueno, como les decía, todos queremos participar y compartir esta alegría ya que todos trabajaron arduamente y merecen reconocimiento. Entonces, decidí que alumnos que no hayan sido premiados mostrarán las producciones ganadoras el día de acto. Más tarde ensayaremos su ascenso al escenario y cómo deben moverse."
Juana bajó su mirada y su cara aún rosada por el alboroto palideció de pronto y se elevó en ella una gélida expresión de amargura. Esa noche, durante la cena, explicó brevemente el episodio y en el relato su familia pudo adivinar su desconsuelo. Entre caricias, su madre le aseguraba que hay que tener paciencia y seguir por el mismo rumbo - sólo así lograría sus objetivos. Y esa noche sobre su almohada y en soledad lloró y lloró. Y esa noche no iba a ser la única en la que desahogaría sus lágrimas, lamentándose por su excesiva responsabilidad, perseverancia y compromiso.
Los años pasaron entre tareas, exámenes, lecciones, recreos y un gran deseo que Juana aún albergaba en un recóndito lugar de su corazón adolescente. Su cuerpo se había vuelto delgado pero con finas curvas que dibujaban los primeros trazos de su femineidad. Su grupo de confidentes había crecido levemente entre dos y tres amigas, entre las cuales estaba su fiel Evangelina. 
Durante los recreos, Juana y su grupo solían quedarse en el aula y charlar. Allí estaban más a salvo del tumulto del pasillo y el bullicio del patio. En una oportunidad, Juana tomó una tiza, paso al frente y sorprendió a sus amigas con una imitación muy bien lograda de una de sus profesoras. Absorta en su rol docente, Juana no había notado que algunas de sus compañeras estaban entrando al aula y comenzaban a disfrutar del espectáculo que ella tan bien había montado. Al cabo de unos instantes, cuando giró para dejar la tiza, escuchó aplausos y algunas voces que vivaban su nombre y un 'Bravo' que quedó resonando en sus oídos...

***
Se acaba de abrir el telón. Silencio total. Algunos pasos retumban sobre las tablas. Allí justo en el centro del escenario se erige una hermosa mujer. Sus palabras flotan en el aire antes de rendirse a los pies de la audiencia.
- My noble father, I do perceive here a divided duty, to you I am bound for life and education, my life and education both do learn me, how to respect you, you are the lord of duty, I am hitherto your daughter, but here is my husband. And so much duty as my mother showed to you prefering you before her father. So much I challenge that I may profess, due to the moor my Lord.
-¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo! ¡Bravo!, aclamaba el auditorio y esas palabras resuenan en los oídos de la más bella Desdémona de todos los tiempos, que se inclina frente al público con sus ojos azules empapados en lágrimas.






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