viernes, 6 de mayo de 2011

RICARDO ALLIEVI


LOS QUE SE VAN Y LOS QUE LLEGAN
 
"Hay dos clases de viajeros: los que se van y los que llegan. Los que se van miran el mapa y los que llegan miran el espejo." 
.......................... Boulmetis


.............1890
Había decidido emigrar a la Argentina.
-No sé por qué- se dijo Adolfo. Quizás porque un "paisano" que lo había hecho antes, le mandó una carta contándole que estaba mejor que en Italia.
Ambos sabían que es duro el tiempo de pobreza en su "picolo paese", un pueblo chico, cerca del lago di Como.
Partió. Su único equipaje fue un baúl de madera cerrado con un candado de hierro. Adentro estaba su escasa ropa que incluía una camisa blanca, un traje negro, un moñito, sus herramientas de carpintero y ebanista, sus bocetos de tallas en carbonilla y, el resto, todas sus esperanzas.
Todos venían a "hacer la América" y algunos, con esfuerzo y mucho trabajo, lo lograban.
En el barco, por curiosidad, miró un mapa que decoraba el comedor y buscó... buscó... buscó, hasta que en un extremo, donde terminaba el mundo, encontró el paese d' Argento con un ancho río del mismo nombre que bañaba la ciudad como un anuncio anticipado de riquezas.

............1928
Isaura, años después, también emigraba a la Argentina. No por decisión propia -porque tenía trece años- sino de sus padres, en Galicia.
Ellos tenían muchos hijos, vivían sacrificadamente en el campo y se abastecían con los animales y sembrados, cuidados en la planta baja de la casa, como la única vaca o en el terreno adyacente, como las gallinas, los cerdos y las verduras.
-No eres varón para trabajar la tierra o cuidar los animales; hay muchas mujeres para la cocina y las tareas de la casa. Eres sumisa y obediente. Conoces las primeras letras, los números y las operaciones. Te hemos dado las herramientas para que te valgas por ti misma y aquí, el futuro no es promisorio. Harás el viaje a la Argentina con los tíos que allí están bien y, cada tanto, vienen a España para vernos a todos nosotros.
Ella no había visto el mapa porque el cura de la escuela no se lo había mostrado.
Por eso el viaje le pareció tan largo, Buenos Aires le resultó tan grande y el Hotel de Inmigrantes, tan triste.
Cuando se instaló en la casa de la familia del médico a quienes debía asistir y se miró en el espejo con el uniforme y el delantal, se vio despedazada por la falta de familia y sus afectos.

...........1945
Evaristo desafió a su amigo y compinche de travesuras y locuras de infancia y adolescencia a conocer y recorrer mundo.
El escribiría a Argentina y su amigo a Brasil. Ambos irían juntos al país que les respondiera primero.
Evaristo ofrecía su trabajo como carpintero a otro de Buenos Aires con quien había trabajado su padre en sus años mozos.
Aquí, una hija, recorría negocios del centro para comprar la tela de su traje de novia.
Encontró la que más le gustó en una sedería, cuyo local era conocido por ella y toda la familia.
Le contó al dueño del local que allí, su padre había tenido muchos años un negocio de muebles.
-¿Y cómo se llamaba tu padre?
Pero mire... ¡qué casualidad!... hace unos días llegó a su nombre una carta de España- y se la entregó diciendo: -¡Qué suerte... éstas son cosas del destino... porque no sabíamos a quién entregarla!-
Como su padre había fallecido, ella se la entregó a su hermano que estaba al frente del taller.
El hermano la leyó, aceptó el pedido de Evaristo por conocimiento con el padre, le contestó con otra carta en la incluía un pasaje a Argentina.
Evaristo cumpliría su afán de aventura y recorrería el mundo.
Puso a su madre en antecedentes de todo y su decisión de venir.
Ella, entre lágrimas y suspiros, le hizo prometer que iría para cumplir su palabra, trabajaría hasta saldar su deuda del pasaje y retornaría a España.
Él no tuvo necesidad de mirar el mapa porque ya lo conocía.
Cuando llegó a la carpintería que estaba el el fondo de una enorme casona antigua, le llamó la atención un espejo del comedor, de pared a pared y del techo al piso, con un hermoso marco tallado.
Preguntó en la misma casa en la que compartía también la comida, quién lo había hecho y le dijeron: -Fue el último trabajo de su padre y nos lo dejó como regalo, antes de volver a España.
Poco antes de su muerte, Evaristo, solo recuerda que en el momento de la partida no miró el mapa, que aquí miró un espejo y que se casó con la hija menor del carpintero, cuando quedaron los dos solos.

.............2005
El candado del baúl de Adolfo, lo tengo en mi poder, heredado.
La llave de la casa de Isaura, la recuperé muchos años después, antes de que falleciera, en el último viaje que hicimos, en 1979.
De Evaristo, tengo los recuerdos de sus habilidades y destrezas con la madera y el de aquella cama de mi juventud que ya no está.
He mirado mapas y espejos antes de conocer Italia y España, ciudades y pueblitos, baúles y casas; fui y volví.
Ahora miro sólo el candado y la llave.

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