viernes, 6 de mayo de 2011

JUANA SCHUSTER


QUEMARON LA CALESITA

Ese día se cubrió de llagas la calesita. El vacío y el dolor que vi en la foto del diario, me produjo una sensación de pena indescriptible. Esa imagen cristalizó mi momento de angustia.
No pienso un futuro, no imagino una transición posible, aunque me hablen de la reconstrucción.
El fuego, las llamas, devoraron los caballos, fagocitaron sus vísceras. Aún llegaban a mis oídos los gemidos de dolor.
Los patos no escucharán los acordes de la música infantil. Estaban irreconocibles. ¿Se puede romper un pedazo de infancia? Está demostrado que sí.
Las barcazas se encontraban partidas, con moretones. No cumplirán los sueños de los niños, de llegar a un puerto que los esperaba. Recordé que en los costados, había un trocito de mar pintado por un artesano. Quedaron restos de olas, moviéndose entre las cenizas en un vaivén fantasmagórico. ¿Cómo le explicaría a mi hijo?
Los espejos, con los flecos incendiados, reflejaban la tragedia convirtiéndola en dos. La duplicaban demostrando la maldad de ciertos seres que tendrán un devenir sin contenidos. Cerradas por el cerrojo de la perfidia están sus mentes.
¿Quién podía imaginar esto? Nadie. Porque no hay persona capaz de leer en la borra del presente, los actos de futuras desgracias.
El que vio el dantesco espectáculo, al salir, ya no era el mismo.
¿Qué le digo a mi niño interno?

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