lunes, 7 de junio de 2010

RICARDO ALLIEVI


OSCURO

No está seguro si parpadeó o intentó abrir los ojos pero no pudo por más esfuerzo que hizo y se desesperó. Si lo consiguió, no vio nada. Era la oscuridad más negra, densa y profunda de su vida. Sin cielo, sin luna y sin estrellas. Nunca había visto o imaginado nada igual.
Tenía mucho frío, estaba helado y rígido. No pudo saber si en esa noche que le parecía eterna, estaba vestido con un camisón o un hábito blanco de seda.
Quiso tocárselo pero fue imposible. Tenía las manos a los costados del cuerpo.
Ni siquiera imaginó su palidez cadavérica.
Todo cuanto intentó para moverse, darse vuelta o levantarse fue inútil. Tampoco pudo saber si se murió en ese momento o si estaba muerto desde antes, en medio de un silencio oscuro, sepulcral y macabro.
Pensó que quizás tuviera alguien al lado; pero no podía preguntarle a nadie:

-¿ Ustedes nunca vieron matar a alguien -...?
Supuso que no le hubiera oído porque tenía los tímpanos sellados.
En el aire del atardecer vibraban las primeras campanadas del cementerio que anunciaban la llegada del Angelus. Supuso que no iría nadie porque no las escucharían o estarían tiesos. El las escuchaba atento y con ganas de salir corriendo para preguntar lo que deseaba y disipar sus dudas; pero no pudo levantarse del lecho ni mover sus músculos rígidos.

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