viernes, 11 de diciembre de 2009

NORMA PADRA


EL COLECCIONADOR

Había una vez un joven que se llamaba Estrello al que le encantaba coleccionar estrellas, figuritas, al principio, con imágenes, con colores, estampillas de correo... Todo lo que tuvieran astros.
Un día... fue a la placita de San Telmo, para ver las antigüedades y de pronto encontró otras cosa para coleccionar: amores por ejemplo.
Se encontró con Clara, caminaron y charlaron muchos, hasta que la noche los sorprendió en un bodegón.
Estrello se convirtió en el conquistador de corazones cuarteados.
Quiso reparar el reloj biológico, como si fuera una pieza más de aquellas colecciones, que vio en las vidrieras de los anticuarios, pero no lo logró.
El también estaba marcado por el dolor de las pérdidas, y a esas, no quería atesorarlas.
Le declaró su amor a Clara muy torpemente, sin medir consecuencias.
Ella no le creyó... No sabía como decirlo...
- Vamos, es un incidente sin consecuencias, que pasará pronto.
- No, Clara, sabes perfectamente que lo que dices no es verdad, lo dices sin convicción, estoy seguro.

La fiebre que siento y las palpitaciones de mi corazón enjaulado, el estremecimiento de mi cuerpo, son lo contrario de un incidente, se trata nada menos que de mi amor por vos, ese amor que se apoderó de mí en el instante en que mis ojos te vieron, y es evidentemente el que me ha conducido a este lugar.

Mi amor hacia vos, sí, eso es verdad, yo ya te conocí antiguamente, a tus ojos maravillosos oblicuos, y tu boca y la voz con que me hablas; una vez ya, cuando era colegial, te pedí tu lápiz para entablar contigo una relación amistosa, porque te amaba sin razonar, y es por eso, sin duda, por mi antiguo amor hacia vos, mi eterno deseo.
Esas palabras que nadie escuchó encendieron el fuego. Algunos pocos lagrimeaban en silencio. Y de pronto, algo extraño sucedió. Del cuerpo de Estrello salió una estela de luz en dirección al cielo y explotó en el aire con un sonido ensordecedor. Después, otros cometas luminosos llenaron de luz el cuerpo que se quemaba. Bombas de estruendo hacían subir los destellos hasta el cielo. Todo fue un espectáculo de luces, que giraban y cambiaban de colores y de sonidos sinfónicos que acompañaban cada destello.
Y entonces sucedió. Primero los niños, luego los jóvenes y después los mayores, empezaron a reír y a aplaudir. El resto de la gente quiso resistir y chistar a los que reían, pero al poco tiempo todos carcajeaban.
Una vez más, se había iluminado el cielo en Buenos Aires. Por alguna razón desconocida, todo se había iluminado…
Estrello y su novia viajaban por cometas en el cielo azul, regalando una lluvia de estrellas para todo aquel que quisiera tomarlas y quisiera dejarse llevar por los cielos.

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