jueves, 11 de junio de 2009

ALICIA CHILIFONI


EL NOMBRE ES LO DE MENOS

No fuimos amigas. Cruzábamos algunas frases cuando nos encontrábamos. Tu sonrisa, tus ojos celestes alegres, chispeantes, te hacían luminosa, magnética. Nómade, me fui un día, sintiendo cómo "el alma tira para atrás". Tu imagen pasó a ser una más entre cientos que por turno acuden a la mente convocadas por cualquiera de esas pavaditas cotidianas que nos transportan al pasado si somos románticos.
Pero esto no es una pavadita cotidiana. Fue providencial la pregunta de mi hija acerca de si conocí en Aluminé a una maestra de nombre Amelia. En el living de una compañera de trabajo vio una manta cubriendo un sillón, y reconoció en ella el arte mapuche que tan bien conoce. Dijo entonces - ¡Qué bueno ese matrón!- Y eso la delató. -¿Cómo sabés que se llama así? Todos acá le dicen manta -
Entonces mi hija le contó de nuestra época en la cordillera patagónica donde ella nació. Y se enteró de que Carla, tal el nombre de su amiga, estuvo, de pequeña, en Aluminé, visitándote a vos, su abuela Amelia, una de tantos porteños que se enamoran de estos paraísos del sur y se quedan. Y que recuerda muy bien que fue allí, en el hospitalito rural, donde tuvo la primera consulta odontológica de su vida. Por la época y los detalles que recuerda, resulta que su primer odontóloga fui yo, Amelia. ¿Podés creer?
Cuando lo supe me dio un vuelco el corazón. Necesitaba volver a verte, pasados treinta y tantos años, en mi inminente viaje, y contarte esto de las vueltas de la vida, y de que el mundo es un pañuelo. Era demasiado mágico todo esto para mí.
Desagradable sorpresa fue saber que hacía tiempo que estabas internada en Buenos Aires. Entonces, con más razón, viviendo yo aquí, tenía que llamarte, visitarte. ¡Quería verte!
Pero la vida es cruel. La gente es cruel. Cuando uno anda en la mala, nadie tiene datos que aportarle al que averigua. Como que prefieren olvidarse, no pensar en "eso". Pero "eso" es un ser humano que puede estar necesitándonos.
Después de mucho insistir, una carta me trajo tu dirección, y allá me encaminé con mi mochila llena de ansiedad, para encontrarte tan bella y distinguida como sólo vos, aunque menos erguida. Avanzaste mirándome inquisidora, intrigada. Para ayudarte a identificarme nombré a Aluminé, y tu boca se abrió con un asombro redondo. Tomaste mis manos con las tuyas, y muda me llevaste hasta un sillón en un rincón apartado de la gran sala de estar del geriátrico. Pensé que ya había pasado el momento culminante. El tapizado me acogió blandamente, saboreando por anticipado el fresco manantial de remembranzas, y por qué no, intercalando algún sabroso chismecito inofensivo, que al fin y al cabo una será romántica, pero también es humana, y sobre todo mujer.
No fue así, sin embargo. Supe que estabas sola, salvo algún llamado de un hijo. Que de vez en cuando un nieto te saca a comer y te devuelve a "Los Años Dorados", tu lugar, aunque no te es para nada brillante vivirlos. Porque vos necesitás saber qué fue de tu hija, por qué "desapareció". Y pedís que te la busquen pero nadie la encuentra, según te dicen. Y tanto que le hacías los vestidos para las fiestas de quince años con tus propias manos, que lo diste todo por ella, y que no podés recordar cuándo, cómo ni por qué fue que la perdiste, o que se fue. Ése es tu martirio. Por eso ayer rezabas pidiéndole a Dios que te llevara. Hoy besás mi mano y con el alma en los ojos me decís que te devolví la vida, porque te digo que te voy a ayudar a buscarla. Es fácil, mi hija conoce a tu nieta Carla, y por ahí, vamos a encontrar a tu hija, prometo.
Cuando caminaba de regreso me aterroricé del compromiso asumido. Tuve tanto miedo de fallarte… Pero hoy, casi un mes después, me llamó Carla, y le di los datos para que se conecte.
Carla es hija de tu hija, que no sabemos cómo se llama, yo porque no la conocí, y vos porque hay cosas que olvidaste. Pero aún así, tener noticias de ella significa para vos el fin del martirio, el recuperar las ganas de seguir viviendo.Seguro vas a reconocerte en el retoño, vas a sentirte ante rasgos y gestos de tu hija, se llame como se llame. Hacé de cuenta que ella también se llama Carla, total, qué importa? No te parece que el nombre es lo de menos?

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