lunes, 2 de febrero de 2009

MÓNICA TARRAB


EMERGENCIAS MÉDICAS

Este viernes la cena semanal de los colegas amigos, se interrumpe con un llamado de emergencia que era de esperar en cualquiera de ellos por cubrir guardias médicas nocturnas en distintas entidades y siempre con el maletín de primeros auxilios y el guardapolvo a mano. Edgardo urgente se lo va poniendo ganándole tiempo al nubarrón que ya dispara los anticipos del inminente diluvio, y el médico avanza traspasando el cordón de la vereda como acelerando en su fantasía al colectivo que está por llegar, él conoce los horarios nocturnos de la línea y esta vez la emergencia es un anciano a pocas cuadras, por lo que una ambulancia tardaría más que este colectivo ya aproximándose y seguro que es el mío piensa Edgardo aunque no distinga el número de la línea si el agua ensombrece todo como un telón opaco y él está empapado pero conserva la blancura del guardapolvo hasta el instante en que el transporte pasa humillándolo con una ola de agua oscura y hedionda, y el médico sube al que llega detrás; el tiempo aún es el previsto para asistir al enfermo, y éste sabrá comprender o no, según su estado de conciencia, que el profesional se haya quitado el guardapolvo y la remera, y que toque el timbre con el torso desnudo y quién es pregunta la voz de una mujer desde el portero eléctrico y entonces Edgardo piensa seguro que me está mirando, tiene cámara de seguridad, y contesta que el médico, y como la mujer insiste ¿quiéeen?, él levanta el delantal para que la cámara justifique el efecto deshonroso de la tormenta sobre el galeno y repite que el médico, y una respuesta seca dice disculpe, doctor, me olvidé de avisar que mi marido ya se repuso de un ataque de estornudos que me había alarmado, pero ahora ya duerme tranquilo.

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