lunes, 2 de febrero de 2009

MARCOS RODRIGO RAMOS


TE MANDA SALUDOS SILVIA (*)

En la banquina de la ruta encontré el diario tirado. Sentado debajo de un árbol me puse a leerlo. No dejé sección sin ver. Me detuve en los avisos fúnebres al reconocer el nombre de alguien demasiado importante en mi vida. Había muerto Silvia, la mujer con la que pensaba casarme, tener hijos y que una mañana descubrí con quien creía que era mi mejor amigo en la cama.
En cierta medida me alegré por todo el odio que todavía siento por ella. Tiré el diario. Las hojas se esparcieron por todo el campo hasta desaparecer de mi vista. Comenzaba a anochecer. Dentro de un monte de eucaliptos divisé una luz blanca. Me dirigí hacia ella. Había un pequeño fogón y al costado un hombre concentrado en algo que no podía ver bien qué era. Vi la pava, sentí el olor a las tortafritas. Mi estomago crujió. Tomé valor y le dije:
-Buenas noches.
No se sobresaltó con mi presencia. Siguió trabajando con un pedazo de masa en sus manos. Por fin me miró.
-¿Qué querés? La verdad que hace más de tres días que vengo caminando por la ruta sin rumbo fijo y sin hablar con nadie. Vi el fuego y me acerqué cuando sentí ese olor. Te juro que vendería mi alma al diablo por una de esas tortafritas.
Sonrió festejando mi ocurrencia y contestó:
-Cada vez están más regaladas las almas de los hombres. Antes las vendían por ser los más ricos, los más poderosos, los más virtuosos. Ahora las venden por una tortafrita.
En fin. Vení, sentate y esperá un poco que ya van a estar listas. Comé tranquilo que no te voy a cobrar.
-Gracias. Me llamo Diego. ¿Y vos?.
-Me pusieron tantos nombres. ¿Qué sé yo? Decime "Flaco".
Mientras yo preparaba el mate, el "Flaco" estiraba la masa con un pequeño palo de madera sobre una chapa lisa. Con un cuchillo las cortaba en círculos perfectos y las pinchaba tres veces. A posteriori iban a la ollita negra a bailar en aceite. Probé la primera. Riquísima. El "Flaco" sonreía. De pelo negro lleno de rulos y barba tipo candado el "Flaco" hacía honor a su sobrenombre. Por sus ropas parecía un pordiosero. No olía bien, pero bueno, yo tampoco con casi una semana sin bañarme. Tomé el primer mate y me quemé la lengua.
-¡Por Dios que está caliente! ¡Ave María Purísima! Lo vi blanco al flaco.
-¿Qué te pasa?
-No repitas lo que dijiste recién.
-¿Qué cosa?
-Eso que dijiste después de quemarte.
-Di...
-¡No! Te lo pido por favor. Me hace mal que la gente repita esas palabras, esos nombres. Me baja la presión, me mareo cuando los escucho, me da nausea acordarme de ellos.
-¿Por qué? El "flaco" no me contestó y se levantó enseguida.
Con el viento llegaban los ladridos de una jauría de perros que se iba acercando.
-Me tengo que ir. Creo que me están buscando. Te regalo la pava, el mate, la olla y las tortafritas. En la bolsa tenés harina, aceite, grasa y sal. Cuando te vayas para arriba contale al jefe, para que sepa que no siempre hago porquerías.
Salió corriendo luego de darme un abrazo. No eran sólo perros sino también humanos los que se iban acercando.
Curioso me puse a leer la inscripción que tenía el mate: "Instituto Neuropsiquiátrico San Cristóbal". En ese mismo instante, sin saber de dónde provenía la voz, lo escucho que me grita:
-¡Te manda saludos Silvia!


(*)Publicado en la revsita literaria Letras Rojas de Moreno

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