sábado, 1 de noviembre de 2008

RICARDO ALLIEVI


LA MARIPOSA

Grácil, liviana, suave y colorida en la descolorida Villa, se detiene y aletea en el nylon que reemplaza el vidrio de la ventana.
Abre y cierra lentamente sus alas, cansada de volar en el lugar sin flores para llamar su atención porque no sabe de qué otra forma hacerlo.
La niña yace en la cama de la casucha prefabricada con chapas, maderas y cartón.
Sus ojos están abiertos de hambre que le hace un nudo en el estómago, y le rezonga. Gira la cabeza buscando el trozo de pan y el jarrito de mate cocido que hoy no tiene.
Ve a la mariposa afuera, en el momento que entra por el agujero de la ventana para distraerla.
No se olvida del hambre, pero por un momento, es como un juguete que tampoco tiene.
La mariposa baila para ella y ella sonríe. Va, viene, sube, baja. Da vueltas... y se frena de golpe. Interrumpe su vuelo cuando choca y queda adherida a los filamentos que se enredan sus patas y sus antenas.
La vibración de los movimientos para liberarse, despierta a la carcelera al acecho de una víctima en su tela.
Se descuelga por un hilo una araña negra que la atrapa con su hilo gris.
La mariposa pierde toda su gracia, pesada y áspera, se diluye su colorido y, al rato, muere.
La araña se prepara para comérsela.
Para la niña es un sueño que ya fue.Pierde el juguete que la distrajo un rato, haciéndole olvidar su hambre. Ahora vuelve a volar y revolotear en el estómago, como la mariposa, en pleno sol del mediodía.

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