sábado, 6 de septiembre de 2008

JUANA SCHUSTER


EL VOLCÁN

Montó en cólera. Una ira feroz, descontrolada.
Creo que hasta los relojes se escondieron en la mesa de luz. Las paredes temblaban, no pudiendo detener el movimiento epiléptico con ninguna medicina.
Los olores mutaron. Nadie podía distinguir entre la variedad de aromas siniestros.
La convocatoria de ayuda pedida a otros países, fue el diagnóstico de una realidad lamentable.
Inocentemente, la tía Josefina, buscaba su perro entre los rojizos escombros.
Todos compartíamos una química emocional intensa. El paisaje era un páramo hirviendo. Vimos saltar los rubíes primeros y salir hacia el cielo las llamas. Bailarinas de gráciles cuerpos, retorcidas, alzaban sus gasas.
Los labradores lloraban como criaturas. No hubo piedad para nadie. El dragón amaba el fuego y no existió perdón para ninguno. La lava ardiente cubrió todo en cenizas. Fueron noches y noches de duelo en la tierra herida y el alma quebrada.
Ya, éramos seres sin pasado, ahora nos convertimos en cadáveres: no tenemos futuro. Siempre viviendo en la inmediatez que lleva consigo la falta de empleo y el analfabetismo.
Nos trasladaron a poblados seguros después de esos días. Subimos en los camiones con la cabeza gacha. No estábamos seguros si precisaban trabajadores para la caña de azúcar en Piedras Negras.
¿De qué somos culpables?

1 comentario:

aline dijo...

Quisiera saber si Juana Schuster estudió en el Normal 1 de Rosario, promoción maestras 1964, gracias.