sábado, 6 de septiembre de 2008

JUAN CARLOS VECCHI


¿HOMBRE PREVENIDO VALE POR DOS? A LA PERINOLA...

Aquella gélida y ventosa mañana antártica del 24 de agosto de 1960 se levantó de mal humor, decidida a marcar un récord y de hecho lo logra a las 07:16 hs. clavando los 88,3 grados bajo cero en el termómetro de la base rusa Vostok.
Vientos de hasta 320 kilómetros por hora, ni lentos ni perezosos para despeinar pestañas rusas, producen una sensación térmica de 176 grados bajo cero y ponen en aprietos a las ventanas de protección, en la urgencia improvisadas por el equipo de investigadores: cuatro gabinetes de computadoras para cada ventana y dos tomos - II y CCCIV - del ensayo "Robin Hood y Robin de Batman no eran hermanos, es más, no pudieron haberse conocido, doy fé de ello, ay mancha.", de Sir Nathing, para la ventanilla del insignificante - pero fundamental - baño de la base, el único disponible en cuatro mil kilómetros a la redonda sin gajos.
A ese pequeño e incómodo escenario entra el biólogo ruso Dimitri Kaspatengov, de acuerdo a lo registrado por Ivan Septoctnov en la planilla de control, a las 07:18 hrs. del 24 de agosto de 1960. Dicho registro apunta con mira telescópica, las últimas palabras de Kaspatengov, antes de traspasar la puerta del baño:
-¡No llego, no llego! ¡Aguante Pérez Troica!
Kaspatengov nunca más saldría de allí, hasta su muerte acaecida el 16 de noviembre de 1988.
Fueron veintiocho años que duró el plus laboral para el resto del plantel científico, quienes lo alimentaron y contuvieron con nota-
ble esfuerzo y destreza.
Imagínese el lector el pulso que requiere, por ejemplo, hacer pasar un tenedor con un bocado por un espacio de dos centímetros y medio, pues esa exactamente era la distancia entre el marco de aluminio y el borde lateral de la puerta, una vez que Kaspatengov entró. ¿Sería necesario detallarles la lógica dificultad al intentar pasar una cuchara verticalmente por esos escasos centímetros? ¡Y con sopa capaz de hervir un jabalí anciano!
Al contrario, no fue difícil hacerle llegar al hígado de Kaspatengov, la probeta con vodka, revolucionaria bebida que Kaspatengov idolatraba.
Hubo, sí que los hubo, esfuerzos en vano. Uno fue el intento de penetrar la bicicleta fija que, a gritos calvos, Kaspatengov suplicaba todos los días, o la heladera personal del entonces biólogo prisionero.
-¿Y para qué demonios quiere Dimitri la heladera con el frío que hace? -preguntó el arqueólogo forense, Sergei Mocorich.
No existe en el diccionario del misterio enciclopédico una palabra capaz de nombrar esta extraña, podría sospecharse hasta absurda anécdota antártica, pero sí hubo ropa, mucha ropa, toda la que se puso encima Kaspatengov, antes de acostarse la noche anterior.
De acuerdo a lo registrado en la planilla por Septoctnov, he aquí los números y tipos a los cuales me refiero, de piés a cabeza de Kaspatengov, empezando por abajo: 4 pares de borceguíes, desde el número 39 hasta el 42; 8 pares de medias tres cuarto de lana y encima media docena de cancanes negras (algunos dicen, pero eso no se pudo comprobar, se había puesto portaligas); 4 joggins, talles 40 a 44, y encima 2 polleras escocesas, las cuales las habría tejido su abuela materna, exiliada en el año 1935 de Stalingrado a La Paz, Bolivia; 24 camisetas de frisa, 11 buzos y encima de todo esto, 6 pulóveres de corte y confección noruegos (3 escote redondo y 3 escote en "V", "V" de verdad que inicia un párrafo); 2 camperas leñadoras (ambas de cuadros verdes con cuadros verdes), 16 bufandas (todas de diferentes colores, pero ninguna combinaba con ninguna), y finalmente, en la cima de Kaspatengov, 21 gorros de lana, del tipo piluso. Comprenderá ahora el lector por qué Dimitri Kaspatengov, durante 28 años vivió en el interior del diminuto baño de la base Vostok, y por qué la puerta del mismo no se pudo abrir más de dos centímetros y medio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Carlos, hola y gracias por publicar en tu blog este congelado humor hecho en Juanca.

Un abrazo y muy bueno tu sitio.

Juanca.