viernes, 8 de agosto de 2008

FEDERICO MATÍAS LÓPEZ


LA DEMANDA ANIMAL

Bebé conoce las patadas de la placenta (saben le convienen) estalla.
Bebé reclama y no escucha, no. A madre no le alcanzan los brazos. Tampoco le alcanzan los pezones, los chupetes ni esas miniaturas de Cadillac.
Bebé recuerda esas palmadas tan de ahora en el sanatorio; las vuelve a oir en sus glúteos. Madre finge en ese semisopor hamacando con el pie la cuna.
Juegos de plazoleta ¿porqué esos barrotes? ¿por qué?.
Papel higiénico roto en el humor creciente de la inmensidad del baño.
Renovados barrotes.
Venga la odiada bañaderita en el perro. Lo cubre, sádico (se entienden).
Padre asoma cada cinco o seis días con banderines para que bebé quiebre también el mástil del kinder. Jironéa todos y cada lienzo. Contempla la polaroid opacada por exposición al sol de watts... Si ese triciclo.
Madre de noche con rayos catódicos más satisfactorios y alarmantes que el primer diez.
Y los ochos suman.
Perro muerto en competencia ¿morirá la panza En poco, contrincante?.
Madre perpleja: bebé y bebé vecino destiñen por esos chupetes de nicotina. Las mejillas mnemicás.
Sindores y gaseosas no colman sus jornadas. Aguitas de Capadmalal y su salitre, pinceles, abecedarios, enciclopedias, autos, karates y ...
Bebé se impone, denuncia, demanda:
-¡¡Madre, tengo sed, tengo sed de todo!!

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