martes, 25 de diciembre de 2018

Silvia Bennoun


                                      Piso 15  

Silvia Bennoun


Tomó el ascensor en planta baja luego de esperarlo un largo rato.  Tantos pisos, tantas oficinas, tantos  consultorios. Cada vez se hacía más tedioso el llegar a casa.  No tenía nada de atractivo. 
La recibía su perro, saltando y moviendo la cola. El único afecto incondicional, pensó, mientras lo abrazaba y acariciaba con la ternura que le desbordada la piel.  El representaba la esperanza de amor, lo que alguna vez fue una ilusión. Puso música como todas las noches. Suavemente comenzaba a entrar en ese mundo de fantasía donde todo era posible. No podía evitar ese dolor que se hacía cada vez más fuerte y que la sorprendía llorando durante el día, mientras trabajaba con un mundo de gente y con su propia soledad. 
Recordó que no había comido. En realidad no era raro eso. Ya ni ganas tenía desde que él dejó de entrelazar  sus dedos con sus manos.  Y su corazón dejó de palpitar. 
La mirada se clavó en las luces y saltó del asiento para buscar algo de comer. De golpe sintió que el viento que entró por la ventana de esa sala, casi sin luz, secuestraba la magia y se quedaba sin nada. El supermercado estaba abierto todavía.  Se puso el saco y salió. Esperar nuevamente el ascensor, pensó. Se abrió la puerta y sus  miradas se juntaron acortando la distancia. Él  vivía en el piso 15 y era la primera vez que coincidían allí. 
El perfume en su piel inundaba el lugar. La cercanía le erizaba la piel. Había algo, algo había penetrado sus sentidos y destapado eso que ni siquiera ella sabía que tenía. Qué fácil sería enamorarse de ese hombre, pensó. Por primera vez no se le hizo interminable estar en el ascensor. Podría haber permanecido allí toda la vida.  Con esos dulces ojos, con ese perfume. Sólo podía sentir con todo el cuerpo, pero no pudo emitir palabra. Por Suerte, nadie  percibía lo que pronto comenzó a saber. 
Mientras se alejaba del ascensor casi sin mirarlo para no chocar con sus ojos grises, sintió que volvía a vivir. 
Linda mirada, lindo cuerpo, tampoco pasó desapercibida para él.  La vio desaparecer en un momento.  Qué fácil sería enamorarse de ella, pensó,  mientras encendía el último cigarrillo del día.


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