lunes, 25 de diciembre de 2017

Celia Elena Martínez


DESDE LO ALTO 
Celia Elena Martínez


Eran años diferentes, vivía en la tranquilidad de que nadie quería dañarme, veía el desierto florido, desde allí podía avistarlo, bajo el atrapado sol, por las nubes bajas casi negras que anunciaban el frío de una nevada.
El intimidante vuelo del cóndor con sus alas desplegadas en una enorme envergadura, me daba la fuerza de ser el rey de la montaña. 
Allá, arriba en el majestuoso Aconcagua danzaba, Yo, el Cóndor el pájaro más grande de los Andes  solemnes  que adoraban los indios,  era  el Dios de las alturas. 
No se permitían atacarme, y danzaban en la tierra baja como yo,  con plumas en los brazos de algún pobre ñandú a quien habían quitado su cola pero no lo habían sacrificado. Sólo cuando necesitaban alimento mataban uno. 
El floreo del ave gigantesco y los hombres podía perdurar horas mientras había luz 
Después me escondía en las cuevas de  piedra ya a descansar, había cazado por la mañana para comer antes de la noche  y ellos caían rendidos en sus chozas.
Todo hasta que llegó el feroz hombre. Arrasó con toda alma viviente, animales y porque no, las familias de cóndores.
Nos fueron diezmando, a los aborígenes y a nosotros. Treparon las alturas y llegaron . 
Nativos quedan unos pocos que viven en reservas y ahora tratan de remediar el mal hecho.   
Los animales, quedamos escasos en vía de extinción .
Los humanos despóticos que se dicen civilizados, han hecho demasiado daño que ya no se puede enmendar.
Sigo desde lo alto sobrevolando con mis alas abiertas bajando como esos otros pájaros de acero surcando los Andes infinitos a quienes no pudieron quebrar.




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