HEROÍNA COTIDIANA
Vengo
de la sangre
y
de la tierra.
De
barro la esencia intrínseca
de
mis curvas concéntricas,
de
manos laboriosas y llagas marchitas
con
difuminadas huellas.
Perdida
en los olvidos del valor,
pariendo
del alma
a
la humanidad ingenua.
Ornada
de roles.
Dignificada
por los éxitos
de
un día cualquiera.
Mis
batallas de segundos
son
menester en mi agenda.
soy
heroína cotidiana
sin
lauros,
ni
corona.
Mi
trono altivo se yergue
en
la pureza de mi estela.
Bendecida
o maldita
por
el roce leve de la burda conciencia
dependiendo
de si la daga se levanta
desgarrando
mi carne
o
se posa en mis caminos
liberando
maleza.
CREPÚSCULO
Esparcida
entre los restos de un olvido
suspendida
tras los átomos
de
un universo radical.
La
mujer se muere
Fulminada
como sal
en
su boca de luna distendida
que
amenaza
y
contrapesa libertad.
Salta
del negro al gris
sin
mutar existencia
unificando
las partículas
de
su masa fantasmal.
Es
o no es
la
preñez de un recuerdo absurdo.
Tiempo
y espacio
en
la invalidez de un momento más.
La
mujer se muere
tras
la ordinaria espera,
en el bólido
de viento
que
proclama bondad.
Se
pierde en la insignificancia
de
la estrella que se fuga
para
luego detonar,
y
sus restos son rocío de fuego
dilatados
en la faz.
La
mujer se muere la involución,
en
el masculino de una mueca banal.
Con
la risa enarbolada en su palabra
y
en su rostro,
un
llanto acre
que
ondea sigiloso en los
cordeles
de la faz.
Aún
así su pellejo parturiente
resiste
otro Big Bang,
aunque
la fosa clame a gritos el verbo
de
su nombre sin parar:
-¡Mujer
que emanas angustia!
He
aquí el descanso final...-
Y
la mujer,
a
las puertas del sueño eterno,
se
niega a despertar.
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