martes, 27 de mayo de 2014

Celia E. Martínez


                                                  LLOVÍA Celia E. Martínez


Llovía torrencialmente. En la vereda de enfrente había un cine. Decidí meterme a ver la película aunque no supiera de cual se trataba. Saqué la entrada, me ubiqué en cualquier butaca, lo importante era no mojarme.

La película estaba  empezada, no me importó, ni siquiera sabía el título, ni los actores que trabajaban en el film.

Como de costumbre mi imaginación comenzó a volar. De pronto estaba en el 1800, sí, yo estaba en el año 1800. Lo vi levantando la batuta con una pasión que me hizo llorar de la emoción, sobre todo porque el himno era celestial. Él era Ludwigi von Beethoven y yo podía oír su música. Pude entrar en su corazón, sentía los latidos de él al unísono con los míos. Entré en un sollozo del que no podía salir y ahí estaba  ayudándolo desde un atril  a dirigir porque su sordera no lo dejaba hacer, podía sentir sus propios sentimientos en los míos. No pudo apreciar los aplausos del público de pie, volví hacia ellos. El teatro se venía abajo. Cuando salí de mi éxtasis, vi a la gente parada en el cine que también aclamaban e iban saliendo de la sala.

Y volví a mi estado, pero no había visto al actor, era Beethoven . Habíamos los dos dirigido a los músicos al coro en el Himno a la Alegría.

Salí a la calle. Ya no llovía…

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