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Celia E. Martínez
LLOVÍA Celia E. Martínez
Llovía
torrencialmente. En la vereda de enfrente había un cine. Decidí meterme a ver
la película aunque no supiera de cual se trataba. Saqué la entrada, me ubiqué
en cualquier butaca, lo importante era no mojarme.
La
película estaba empezada, no me importó,
ni siquiera sabía el título, ni los actores que trabajaban en el film.
Como de
costumbre mi imaginación comenzó a volar. De pronto estaba en el 1800, sí, yo
estaba en el año 1800. Lo vi levantando la batuta con una pasión que me hizo
llorar de la emoción, sobre todo porque el himno era celestial. Él era Ludwigi
von Beethoven y yo podía oír su música. Pude entrar en su corazón, sentía los
latidos de él al unísono con los míos. Entré en un sollozo del que no podía
salir y ahí estaba ayudándolo desde un
atril a dirigir porque su sordera no lo
dejaba hacer, podía sentir sus propios sentimientos en los míos. No pudo
apreciar los aplausos del público de pie, volví hacia ellos. El teatro se venía
abajo. Cuando salí de mi éxtasis, vi a la gente parada en el cine que también
aclamaban e iban saliendo de la sala.
Y volví a
mi estado, pero no había visto al actor, era Beethoven . Habíamos los dos dirigido
a los músicos al coro en el Himno a la Alegría.
Salí a la
calle. Ya no llovía…
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