EL SECRETO DE MARCELINA
Marcelina se
había casado muy joven con un hombre rico y de la alta sociedad. Ambos
pertenecían a ésta. Después de un tiempo de desposados le había dicho a su
marido que necesitaba un día libre en la semana, dado que se sentía asfixiada
por la rutina.
-Un día para
practicar deportes, ver amigas, hacer un curso de teatro, lo que fuere. -Qué
día quieres, Marcelina- inquirió el marido-. Podría ser los lunes- respondió
ella, ya que pasamos los fines de semana juntos-. Está bien le respondió su
cónyuge- aunque estaré un lunes sin ti. -Es solo un día- contestó Marcelina-un
día a la semana-.
Todos los
lunes se iba Marcelina temprano y volvía a la noche tarde, charlaban sobre lo
que había hecho ese día y le contaba su rutina, de gimnasio por la mañana,
almuerzo, después del aperitivo con amigas, shoping, aunque era poco lo que
compraba, a veces jugaba a las cartas con otro grupo o tomaban el té, eso sí
antes de volver pasaba por el Súper, volvía para la cena y todo trascurría felizmente,
se la veía menos agobiada y esto tranquilizaba a Felipe, su esposo.
Fueron
pasando los años y seguían con los mismos hábitos. Ahora en la madurez ya era
una costumbre y Felipe no mencionaba más ese primer día de la semana, ni
demandaba sobre lo que Marcelina había hecho.
Felipe
murió, y Marcelina acentuó sus salidas, con los hijos grandes y casados, no les
preocupaba el tema.
Un día la
vieron llorar profundamente, y comenzó a usar luto, todas las semanas iba al
cementerio, cuando fue inquirida por sus hijos les contó que había muerto su
mejor amiga, ya anciana trajo un día una urna con cenizas que contó eran las de
su amiga. Hasta que una noche enferma y
pensando que pronto llegaría también su final le contó a su nieta menor algo
que escondía en el fondo de su corazón. Su pequeña princesa, como solía
decirle, estaba muy enamorada y sufría
por ello. -Lucha por ese amor, si es verdadero lucha hasta el final, no sabes
lo que es sufrir por un amor- le dijo. Ésta le contestó -Pero, si tú fuiste muy
feliz con el abuelo, abuela-. Marcelina, tomándola de las manos le contó una
historia.
Sufrí mucho,
mijita…Tenía un gran amor, a quien sólo veía los lunes, tú no sabes los
secretos que podemos esconder las mujeres durante toda la vida, secretos
grandes como un océano…
Marcelina era lesbiana.
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