viernes, 2 de septiembre de 2011

NOLO KRER

CHARLA DE CAFÉ 



-¡Qué te reís, bolu...! -Eh, bueno... No es para que te pongas así. La verdad es que la cara de Nolo indicaba que la risa de "Melena" lo había molestado realmente. Y eso que Melena era de esos "gomias" a los que Nolo le perdonaba todo. Era buenazo de corazón y sabía que podía contar con él para lo que fuera, y lo había demostrado en pila de oportunidades, desde que iban a la primaria. Ahora ambos tienen canas, claro que Nolo mos-traba una incipiente calvicie y, como su sobrenombre lo indica, Melena lucía abundante cabellera ondulada y larga.  Por eso Nolo se animó a conversar de este tema con él. Justo se dio la casualidad de que el café estaba medio vacío y ninguno de los clientes, y amigos, habituales habían hecho acto de presencia. Debía ser el tiempo. Esa llovizna jode, el viento te cala hasta los huesos y las nueve de la mañana de un Sábado son factores muy pesados para frenar la salida de casa. Así que estaba todo dado para que Nolo hiciera la pregunta que motivó la risa de Melena: -La verdá, la verdá... ¿Alguna vez lloraste por una pena de amor? Ya recompuesto, Melena respondió, como de costumbre, con otra pregunta -Cómo que si lloré? Vos decís con lágrimas y todo? -Si, como va a ser? Llorar, llorar... repitió Nolo, aún un poco ofuscado. -No me acuerdo, contestó Melena, poniendo cara de estar rebuscando en su memoria. A esta altura Nolo no sabía si debía seguir desarrollando el tema. -¿Por qué me lo preguntás? A vos te pasa algo? No me digas que... y casi vuelve a reír, pero se cortó a tiempo. -Por favor, lo que te voy a decir se muere acá, ¿estamos?  Estaban sentados uno frente al otro, mesa de por medio, lo cual en ese café eran sesenta centímetros. El cortado de Nolo estaba por la mitad y el café doble de Melena aún intacto. Con movimientos que parecían coreográficos, ambos sorbieron un trago y Nolo quedó un poco in-clinado hacia adelante para poder hablar bajito, cosa que Melena imitó. -Vos sabés que muchas veces me negué a seguirte el tren de tus festicholas. Las minas me gustan, pero no me da por voltearme a cada una que se me cruza. -¡Si lo sabré! La última vez fueron esas dos trolitas que yo me levanté en la agencia de Quini. Me costó más convencerte a vos que a ellas. Hace más de un año, te acordás? -Me acuerdo, dijo Nolo, acompañando con su cabeza la afirmación. -Bueno, voy a contarte todo de un tirón porque sino me arrepiento y te dejo con la intriga. Dicho esto, se acomodó en la dura silla y, jugando con el pocillo, confesó. - Yo no lo busqué. Se dio sin proponérmelo. Imaginate, cómo se me va a ocurrir si... La pausa fue prolongada. Nolo buscaba la forma de decir todo y le costaba encontrar un hilo conductor que hiciera que su relato fuera entendible. -El caso es que enganché mal con una piba, bah, una señora muy joven... -¡Bien carajo! lo cortó Melena con esa exclamación que a Nolo le pareció un grito que se escu-charía hasta la esquina. Paralelamente lo palmeó en el brazo y casi le tira la taza de café. -Escuchá y no digas nada por favor, hasta que termine, y su gesto circunspecto frenó la sonrisa de su amigo. -Es una señora que conocí hace poco tiempo y comenzamos a relacionarnos por el laburo, ¿viste? Cosas sin importancia, mails, llamadas y mensajitos por celular, eso. Así comenzó. Vos sabes que soy tímido y que nunca le fallé a la Turca, pero un día "se me soltó la cadena" y... Otra vez una pausa. Ahora fue porque un par de chicos habían ingresado al bar, riendo y con-versando casi a los gritos. Ambos los miraron entrar y se enfrascaron otra vez en la charla, que era realmente un monólogo. -Como te decía, me enganché mal. Para que lo entiendas bien, me enamoré y, si te llegás a reír te meto un bife! para esto Melena en lugar de reír hizo un gesto de preocupación y admiración a la vez, curvando sus labios cerrados hacia abajo y meneando la cabeza hacia adelante. -Hace un par de meses me animé y se lo dije, sabes? Yo no esperaba nada, por el contrario, rogaba que ella me comprendiera y, como máximo, me sacara "con cajas destempladas". Sa-bes lo que me dijo?-a lo que Melena respondió en silencio con un No de su cabeza. -Me dijo que ella sentía algo especial por mi y que no se animaba a calificarlo, pero que se sentía halagada y contenta con mi declaración. Mientras hablaba, Nolo miraba alternativamente a los ojos de su amigo y a la taza de café. Miraba casi sin ver. Miraba sus recuerdos, miraba hacia adentro. -Dale, contá, no lo hagas tan largo, reclamó Melena por otra pausa prolongada. -Tenés razón. Te la hago corta. En pocos días logre besarla y acariciarla. Te juro que fue como tocar el cielo con las manos, y dicho esto entrecerró los ojos y le apareció una sonrisa melancólica. -Ya voy, ya voy. Es que los recuerdos se agolpan y me quedo "tildado", explicó, sin que nadie le reclamara por la pausa. Fueron un par de meses de locura, donde nos declaramos amor mutuamente y sufrimos la lucha entre el querer y el deber. Cada uno de nosotros a su manera y con más o menos mie-dos, tratando de preservar el secreto para no lastimar a nadie. -La puta si lo guardaste que yo me estoy desayunando ahora. ¿Como hicieron?,y volvió con su manía de preguntar. -No quiero entrar en detalles pero comprenderás que no le podía fallar. No es que desconfíe de vos, pero era algo muy "grosso" y me lo guardé para compartirlo sólo con mi almohada. ¡Te juro que no recuerdo días tan felices! lo dijo enfáticamente y se tomó otro respiro. -De pronto me mandé una cagada. En realidad, no se realmente si fue para tanto lo que dije o lo que hice. Lo cierto es que herí su orgullo y se fue todo a la mierda... -¡Una mina con el orgullo herido es capaz de matar! sentenció Melena que tenía experiencia so-brada con ejemplares del otro sexo. -Si. Vos lo dijiste justo, justo. Me mató, y se quedó mirando hacia abajo, serio, agobiado. Ella estaba muy mal y comenzó mi tormento. -Bueno, intervino Melena, le habrás pedido perdón, ¿no? Algún regalito, un "chamuyito" con esa facilidá de palabra que vos tenés. No se, algo? -No me dejó reaccionar. Dijo "se rompió y no se puede arreglar". Y allí viene el comienzo de esta charla: ¡Lloré! esto último lo dijo mirando los ojos de su amigo que no sabía que decir ni qué cara poner. -Le rogué que me perdonara. Prometí enmendar mi error con más amor. Pedí una tregua para que me deje volver a enamorarla. No hay caso. Estoy hecho mierda... Lloré como una criatura. Lloré como un cobarde. Lloré como nunca antes por un tema de amor. Y me sigue oprimiendo un nudo en la garganta. Una nube transparente comenzó a cubrir los ojos de Nolo, mientras Melena le palmeaba el brazo y se conmovía con esa imagen de derrota que veía, por primera vez, en su amigo de tantos años. -Che, dijo Melena, para un poco. Quizás no se escribió el último capítulo. -Entiendo que me quieras consolar y, te juro, que quiero creer lo mismo. El hecho es que yo mismo me desconozco, quedé "Nocaut" y la cuenta está en marcha. -¡Levantate! la voz de Melena sonó imperiosa. La cuenta aún no llegó a ocho, levantá los guantes y mostrale al "referí" de la vida y a tu contrincante que tenés las manos en guardia para dar batalla fanático del boxeo, Melena lo veía así de claro. ¿Cuándo había entrado toda esa clientela? Casi no quedaban mesas vacías, si bien eso era fácil porque no había más de una docena. -Respecto de tu pregunta: No-, dijo Melena. Nunca lloré por una mujer. Hasta hoy eso me enorgullecía. Ahora me pregunto si no fue que nunca sentí algo tan fuerte como te pasó a vos. Casi te envidio. No digo el llanto, digo el sentimiento, ¿entendés? -Qué hace el dúo dinámico? La pregunta de Carlitos los hizo saltar de sus asientos. No habían notado que entró al bar y se acercaba a la mesa con una sonrisa de propaganda de dentífrico. -Acá andamos respondió Melena -Y vos? le preguntó a Nolo. Te veo con cara rara. ¿Estás resfriado, o qué? -No, nada. Todo bien, y miró a Melena implorando que no se deschave. -Estábamos hablando de una pelea, intervino Melena. Vos sabes que a mi me gusta el box. Hay un "pollo" al que le tengo mucha fe para la que se viene. Ni él cree en una victoria. Yo se lo que digo porque tengo mucha calle. Nolo y Melena intercambiaron una mirada cómplice. La verdad es que Nolo había levantado los guantes y mostraba una actitud desafiante. No sabía si iba a ganar, pero daría pelea hasta morir. En resumen, de eso se trata: pelear por lo que se quiere, con lealtad y hasta el último suspiro.

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