viernes, 2 de septiembre de 2011

LULÚ COLOMBO


CRÓNICA DE PECADOS CAPITALES

 
Por este pueblo -chiquito como es lo llamo así, pero en realidad es un paraje de espléndidos paisajes- el espíritu de los habitantes originarios suele pasearse por estos arenales polvorientos. Somos menos de trescientas almas, entre viejos, jóvenes y niños. Una noche de fines de enero, como en un cuento, se hacía el primer festival homenajeando a la cosecha de la algarroba -la cosecha en realidad se hace en febrero-, pero por cuestiones de calendario turístico la fiesta quedó en enero; así pues, en la última noche, bajo la luz de una luna generosa, se apagaron de repente las luces del pueblo y un viento nervioso y torbellinesco se alzó haciendo girar las polleras de las bailarinas, que como salidas de un cuento se meneaban al son de una zamba desdibujadas por el polvo en suspensión semejante a una lluvia de oro. La artista siguió cantando envuelta en ese velo dorado que la mecía transformándola de pronto en una ilusión; sin embargo ella estaba allí y bajo la luz de los faros de los escasos automóviles y del temblor de las fogatas seguía cantando. Se oyó entonces el murmullo de la gente, que asustada y sobrecogida por la escena, murmuraba: "Son los indios. Son ellos que están aquí y vienen a bailar para que no los olvidemos".
Estaba llegando el amanecer y todos enmudecieron por un instante al atisbar el aire de lo eterno que los había suspendido en una telaraña de tiempo infinito. Bajo los haces de luz que emergían de las tinieblas, unas sombras doradas danzaban en silencio. Luego de esa sobrecogedora dimensión de lo ultra terreno se hizo "la vela", es decir, todos nos quedamos alrededor del fuego viendo desaparecer las sombras que nos habían embargado en un estado de elevación mística inexplicable. Pero así fue, repito, como en un cuento. Lejos quedó esa noche memorable en el corazón de todos. Muchas cosas sucedieron desde aquella luna de enero de 2003.
Desavenencias, homenajes, velorios, rencillas, asados, casamientos, carreras cuadreras, doma, bailes y demases. Siguió viniendo gente al pueblo, turistas y visitantes. Algunos compraron terrenos y finalmente se afincaron. Supongo que trajeron sus sueños y frustraciones, aunque ignoro cuáles serían. Vinieron redentores, colonizadores, mesiánicos y algunos pocos, gente de a pie, tal vez con sueños menos espectaculares, quién lo sabrá. El tiempo habrá de mostrar si la redención, vaya a saber de qué, se produjo, si lograron colonizar a "estos incultos" o si tuvieron éxito en sus ansias. El pueblo parece fascinar a aquellos que traen la palabra para redimir a estos díscolos lugareños. He visto aparecer biólogos mesiánicos tanto como sacerdotes de sotana veraniega. Algunos llegaron con "gloria y loor", como dice el himno, tuvieron sus quince minutos de gloria y luego se sumieron en un mutismo enojado o simplemente se fueron. Otros se asimilaron. Lo cierto es que aquí estamos todos, como en un Arca de Noé, claro que ésta es de piedra. Aclaro que aquí no llueve casi nunca. Nuestro mar es de polvo rojizo y piedra, pero no menos maravilloso. Y seguimos todos arrastrando nuestras vidas, con nuestras alegrías y miserias, nuestros actos heroicos y nuestras mezquindades, embarcados en un sueño indescifrable. Vivimos entre cerros de una cadena de sierras bajas. Componen un dulce paisaje que al dejarlo parece atraparnos en la añoranza. Un arroyo, al que llamamos "el río", viene serpeando entre las piedras y nos brinda agua a humanos y a animales. Se llama Los Tártagos.
A la gente de este pueblo le gusta poner apodos.
Deliciosa galería de la picaresca criolla. Ocurrentes. Poder de síntesis, creatividad y una aguda observación es una característica de mis vecinos. Tenemos, desde "Noche sin Luna", que no es un indio sioux, claro, hasta "Trigo verde", "Buscando nidos", A. "el cortito", "Último pan del horno", en una desopilante lista de apodos, fruto de esa frondosa imaginación. Transcurría el tiempo en este bello lugar. Hubo llanto. Hubo suicidios. Sí, vamos a uno por año, un verdadero record. Y así llegamos al tiempo de las elecciones. Pasiones encendidas y feroces rencores vieron la luz, así como las más extraordinarias ambiciones. Cuando se vive en la ciudad, uno lee las noticias en los diarios, puede formarse una idea de las intenciones de los candidatos, pero es un dato aséptico. El candidato está lejos de la vida de uno, por lo tanto, uno puede apoyarlo, ignorarlo o indignarse cuando se da cuenta de que le están mintiendo. Tampoco los vemos comprando votos o amedrentando gente. Así, todo parece un limpio juego democrático; hasta lo imaginamos como una justa medieval donde los caballeros se enfrentan en una lid por la dama, en este caso sería por sus apetencias personales. Nadie nos cuenta que se gastó trescientos mil pesos para ser senador departamental. Los asesores de imagen están ahí para enseñarles a ocultar sus verdaderas intenciones y aquel que no cuenta con un excelente vendedor de marcas, no conseguirá el favor popular. Pues bien, aquí uno tiene a los candidatos dando vueltas por ahí, ve como arman sus estrategias a base de dinero, bolsones, chapas, alambres y postes. Vemos cómo ocultan, como cooptan. Cómo retienen documentos. Pasa la propaladora. La ventaja es que somos pocos y no se puede ocultar nada por mucho tiempo. Todo se sabe. Vean el extraordinario caso del volantero fantasma: cierta noche, muy fría por cierto, a pocos días de la elección interna, tuvo la genial idea de ayudar a los de su lista. Produjo una conmoción sin precedentes. Debo aclarar que hacía casi un año que yo había logrado convencer al comerciante más rico sobre la necesidad de traer internet al pueblo, ya que no teníamos teléfono. En este admirable paisaje el joven volantero ambicioso con esta fantástica herramienta que es la red, decide naturalmente usarla. Saca una información sobre los que encabezan su lista: ambos enfrentan juicios por falta de pago de sus obligaciones. Y da un golpe audaz. Hace volantes con la información y fotos de los personajes en cuestión. Es así como trasmuta la falta en virtud. El rico del pueblo, atento a sus negocios y compromisos con los candidatos, declara inmediatamente que esta infamia es obra de los de la lista opositora y unge a "las víctimas" con su bendición.
Como en nuestra Arca de Noé no se le cierra la puerta a nadie, claro, tenemos variedad de pares. Y así navegamos en sueños y los días pasan. Finalmente la lista encabezada por los deudores, previo emborrachar a algunos votantes, canjear alambres por votos y la tradicional marca de votos, gana. Ya vimos cómo lo logra y ahora veremos cómo el volantero fantasma es descubierto. Curiosamente, aquí la lujuria ocupa un lugar descollante. Es el más apreciado de los pecados capitales, más aún que la codicia. Hay quienes consideran que esto se debe a la belleza de las noches y del paisaje, pero no lo sabemos. Es una discusión que aún no ha terminado. Algunos dicen que es porque no tenemos un cura que nos guíe, pero otros consideran que se trata de casos aislados, que no constituyen la norma. En fin, el caso es que nuestro volantero fantasma sale sigilosamente en una moto y se interna por estos pedregales a llevar su mensaje a aquellos incrédulos. Y al día siguiente estalla el escándalo, como ya vimos. Y se acusa a una mujer enajenada que está en la lista opositora, pero no es creíble, porque para volantear así, se necesita a alguien joven, y no es su caso. Y si usase su coche, todos la habrían visto, dicen. También las sospechas recaen sobre mí, por supuesto, ya que trabajo todo el día en la computadora y estoy online. Las opiniones se dividen, hay quienes me acusan y quienes no creen que yo haría algo semejante. Río ante el éxito de estar aggiornados. Ya no somos campesinos. Estamos comunicados y tenemos campaña mediática. Pues bien, he aquí que en esa noche fatídica, el amante de la mujer del volantero se prepara para un "encuentro con Venus", pero la partida del volantero no hace propicio el encuentro. Demás está decir que ella le susurra el motivo bajo esa luna fría que anuncia el invierno. Pero la elección ya había pasado. Ganaron por doce votos.

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