miércoles, 9 de marzo de 2011

VERÓNICA TUMINI



LLORAR EN SILENCIO

Esa noche Ana se acostó con el alma llena de dolor, de sueños rotos, de ilusiones contenidas. Desconsolada lloró en silencio para que nadie la oyera. Tenía ganas de arrancarse el dolor a los gritos, tenía ganas de correr lejos donde los recuerdos no pudieran alcanzarla. Con su cuerpo detenido en la soledad dejada por la ausencia de ese ser que tanto amaba, intentaba conciliar el sueño, dejar pasar esa noche, esperar que la mañana trajera serenidad a su alma.
Dio vueltas eternas enredada en las sábanas, invadida por su voz que aún sonaba, por sus ojos negros que seguían iluminando sus pensamientos, invadida por la nostalgia, invadida por la presencia lejana, inmóvil, insensible y paradójicamente ausente de Miguel.
Y en ese instante sutilmente percibido, dónde la vigilia espera al sueño, su cabeza se apoyó en un regazo y un abrazo intenso y amoroso la rodeó con ternura. Una inexplicable sensación de paz se apoderó de su alma, sus ojos lentamente cerraron y el sueño invadió su ser, y en sueños, solo en sueños se amaron esta vez.

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