viernes, 5 de noviembre de 2010

VALERIA VACCA


PASOS

Zapatos de cuero, cuerina, con taco, sin taco, zapatillas deportivas, viejas y nuevas , limpias y sucias. Van, vienen, vienen, van. Algunas se pisan, otras no, algunas se apuran, otras van lentas. De repente nada, sólo se ve la vereda, gris y sucia, con algunos papeles y colillas de cigarrillos. Algunas miguitas hacen que las palomas se peleen por ellas, dos palomas, tres palomas. Allí mismo aparece un pequeño gorrión y tan rápido como vino tomó las miguitas entre su pico y se fue. Las palomas empezaron a caminar desorientadas. Una se me acerca, cada vez más y más. Plaf, plaf, se escucha el aleteo y salen volando. Claro, unas pequeñas zapatillas negras y con luces aparecieron corriendo. Bruscamente se detienen, justo enfrente mío. Se aproxima con un paso pequeño y tembloroso, cada vez más y más cerca. Ya a poca distancia, esas zapatillas quedan inmóviles, justo en la línea de mi visión y como si hubiera venido una ráfaga, las zapatillas dan media vuelta y desaparecen.
Otra vez, por un instante la vereda vacía, gris, sucia. Se acercan unos zapatos negros, muy lustrados, conocidos para mí. Se detienen, me acaricia. No logro ver la mano pero reconozco ese olor y esa forma de acariciar. Esa mano cálida me acerca un trozo de carne y me vuelve a acariciar una y otra vez. Ahora retira la mano y siento algo cálido y húmedo en mi hocico. Una voz me dice "hasta mañana".

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