viernes, 5 de noviembre de 2010

LILIANA LA GRECA


¿ESCUCHASTE?
 
-¿Estás segura?
-Muy segura.
-¿Y cómo te diste cuenta?
-Lo vi. ¿Me entendés?. Lo vi.
-¿Y ahora?
-Y ahora no sé qué hacer con esto. Me molesta. Me duele. Me incomoda, me corroe, me llena el alma de remordimientos y de angustia. ¿Me entendés?
- ¿Y cuál es el camino?
-No sé. O sí sé. Toda mi vida supuse que solo había uno… La verdad.
-¿Entonces?
-Tengo miedo… No puedo olvidar esos ojos imperturbables, inquisidores, paralizantes, que en el preciso momento en que la mató… me miraban fijamente.
-¿Y después?
-Creí que seguía yo, que me mataría. Todo transcurrió fugazmente. Ella se desplomó sobre mis pies, allí en la cola del Banco. Corridas, alarmas, gritos… y el mundo que daba vueltas y vueltas… La policía… ¿Qué pasó? ¡Hable! ¿Puede reconocer al asesino? ¿Cómo era? ¿Cómo estaba vestido?... ¡Basta! ¡Basta!. ¡Me estoy volviendo loca!.
-¿Qué vas a hacer?
-Tengo miedo. Lo conozco. Sé quién es, dónde vive, qué hace, ¡cómo se llama!
-¡Qué terrible!
-¿Por qué no me mató? Y ahora… ¿qué hago con esto?
-¿Te vas a quedar aquí?... ¿Él también sabe dónde vivís…?
-Sí.
-¿Escuchaste?... Alguien quiere abrir la puerta.
-Sí.
-¿Alguien tiene llave?
-No.

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